El mal: Una visión antropológica.

Un recorrido por las distintas formas de ver qué es el mal

Martha Delfín Guillaumin, 19 de enero de 2013

 

 

Para comenzar a leer este escrito habría que preguntarse qué es el mal, puesto que lo podemos entender desde diversos puntos de referencia como serían, a saber, el religioso, el antropológico, el filosófico, el histórico, el político, la salud, entre otros. Etimológicamente, Guido Gómez de Silva brinda la siguiente definición:

Mal ‘de modo inadecuado o incorrecto; lo que se aparta de lo moral, negación del bien, lo malo; enfermedad, dolencia’: latín male (adverbio) ‘mal (adverbio), de modo incorrecto’, de malus (adjetivo) ‘malo, defectuoso, desagradable’.[1]

Sin embargo, si lo vemos desde el punto de vista religioso, Edgar Royston Pike nos dice que Mal es:

 

Lo contrario del bien. Leibnitz sostenía que el nuestro es el mejor de los mundos posibles [porque existe y en él existe el mal], pero ya Job se lamentaba de la existencia del mal en el mundo hecho por Dios, y no fue el primero en hacerlo. Los teólogos cristianos han tenido con frecuencia grandes dificultades para reconciliar la bondad de Dios con su omnipotencia y, por lo general, han acabado por concluir que el problema es insoluble para la inteligencia humana. Los musulmanes se contentan con aceptar el bien y el mal como resultado de la voluntad de Alá. El budismo, en cambio, sostiene que toda existencia es mala y que la suprema felicidad está en escapar al ciclo de la vida para entrar en el Nirvana. Los hindúes comparten con los budistas la doctrina del karma y afirman que cada hombre cosecha lo que sembró en vidas anteriores. Algunas religiones –por ejemplo, el zoroastrismo y el maniqueísmo- se han refugiado en la doctrina dualista que postula dos dioses o principios: uno bueno y otro malo, si bien finalmente el bien triunfará sobre el mal (zoroastrismo) o ambos quedarán radicalmente separados por una catástrofe cósmica (maniqueísmo). Los evolucionistas del siglo pasado [antepasado] sostenían, en cambio, que no existe un “problema del mal”, una vez que recordamos las condiciones a partir de las cuales se ha venido desarrollando la humanidad a través de los siglos.[2]

 

Por su parte, Max Scheler en su obra La idea del hombre y la historia, al analizar la influencia histórico-filosófica y antropológica-teológica del pensamiento judeo-cristianismo  menciona que:

 

Los sentimientos y las formas vitales que producen ideas dominantes y convicciones de muchos siglos, sobreviven enormemente a esas ideas y convicciones. La angustia, por ejemplo, la pesadilla, que antaño engendró psicológicamente el mito de la caída y de la culpa hereditaria: la emoción de “decaimiento”, especie de enfermedad incurable que aqueja al hombre como hombre [] Kant la formula en las palabras: “El hombre está hecho de una madera harto torcida para que pueda jamás construirse con él nada derecho” [] gravitan aún hoy duramente sobre la humanidad occidental, incluso, sobre los no creyentes.[3]

 

Asimismo, si lo observamos desde otros puntos de vista, ya no sólo el religioso, en el Diccionario de Filosofía se dice que el término Mal:

 

tiene una variedad de significados tan extensa como el término bien del que es correlativo. Desde el punto de vista filosófico, sin embargo, esta variedad se puede reducir a las dos interpretaciones fundamentales de la noción dadas en el curso de la historia de la filosofía y que son: 1) la noción metafísica del Mal, según la cual es: a) el no-ser, o b) una dualidad en el ser; 2) la noción subjetivista, según la cual el Mal es el objeto de un apetito o de un juicio negativos.[4]

 

Por su parte, Bernhard Groethuysen hace una alusión muy interesante al hablar del nacimiento de la conciencia burguesa en la Francia del siglo XVIII cuando afirma que: “De la experiencia religiosa del pecado ha salido una manera de pensar puramente social y mundana.”[5] Entonces, ¿el mal es un pecado o es una acción humana que afecta lo social? También se le puede asociar con la salud o con las prácticas mágico religiosas, como la creencia en el mal de ojo que lo mismo la encontramos en Grecia que en Argentina, por ejemplo.

 

Raúl Enríquez Valencia sostiene que “Las enfermedades médicas y las enfermedades sociales se han consagrado en la literatura y en la antropología como metáforas de crisis sociales y culturales. Algunos mitos, rituales, pestes y plagas milenarias son ejemplo de ello.”[6] Entonces mal/maldad  tiene que ver con mal del cuerpo y del espíritu, con la enfermedad. Mal, brujería, enfermedad se vinculan con el exceso de poder y el usarlo de forma desmedida para controlar al otro.

 

Gustavo Pis-Diez Pretti en su artículo “El mal: una perspectiva antropológica” cita a Mircea Eliade para hablar de la salud y la enfermedad, del simbolismo que encierran:

 

Conocida es la misteriosa enfermedad que paralizaba al viejo Rey, poseedor del secreto del Graal. Por lo demás, no era el sólo el quién sufría; todo en torno a él se derrumbaba, se esterilizaba: el palacio, las torres, los jardines, los animales ya no se multiplicaban, los árboles no daban fruto, se secaban las fuentes. Muchos médicos habían intentado sanar al Rey Pescador, ningún resultado obtuvieron. Día y noche llegaban caballeros y empezaban por preguntar nuevas de la salud del Rey. Un solo caballero -pobre, desconocido, hasta un poco ridículo- se permite ignorar la etiqueta y la cortesía. Su nombre es Parsifal. Sin tener en cuenta el ceremonial cortesano se dirige al Rey y sin ningún preámbulo le pregunta al acercársele: "¿Dónde está el Graal? En el mismo instante todo se transforma: el Rey se alza de su lecho de dolores, los ríos y las fuentes vuelven a correr, renace la vegetación, el castillo se restaura milagrosamente. Las palabras de Parsifal habían bastado para regenerar la naturaleza entera. Pero es que estas pocas palabras eran el problema central, el único problema que podía interesar no sólo a Rey Pescador, sino al Cosmos entero: ¿Dónde se halla lo real por excelencia, lo sagrado, el Centro de la vida y la fuente de la inmortalidad? ¿Dónde estaba el Santo Graal? A nadie se le había ocurrido hacer esta pregunta central antes de que la hiciera Parsifal, y el mundo entero perecía por esta indiferencia metafísica y religiosa, por tamaña falta de imaginación, por tal ausencia de deseo de lo real.[7]

 

Este pequeño detalle, comenta Gustavo Pis-Diez Pretti, de un grandioso mito europeo nos revela por lo menos un lado desconocido del simbolismo del Centro: “No sólo existe una íntima solidaridad entre la vida universal y la salud del hombre, sino que basta con plantear el problema de la salud, basta con plantear el problema central, es decir el problema, para que la vida cósmica se regenere perpetuamente [y en lo que hoy nos ocupa, el mal sea superado]. Porque muchas veces -como parece mostrar este fragmento mítico- la muerte [y el mal, por tanto] no es más que el resultado de nuestra indiferencia ante la inmortalidad.”[8]

 

En la historia oral, en los cuentos, en los relatos familiares se puede reconocer también la idea que se tiene del mal o de la persona que ha sido mala y merece el castigo, en este caso, el infierno, como en este ejemplo narrativo vasco que citaré a continuación:

 

Mis informantes constatan cosmovisiones que radican en la narrativa fijada en el cuento. Así, Mari Karmen Lamberri (que nació en la década de los años 1930) queda influenciada con el cuento en el que la persona que ha sido mala durante su vida es colocada en el ataúd en decúbito prono para que de este modo llegue antes al infierno. Actualmente, en sus relatos biográficos esta informante al conocer que un difunto al ser desenterrado lo han encontrado en la caja en decúbito prono, ella concluye que ha sido malo durante su vida y se ha ido al infierno.[9]

 

Desde un punto de vista antropológico, al hablar sobre el Mal, Gustavo Pis-Diez Pretti menciona que:

 

Se intenta una aproximación a la problemática del mal desde una perspectiva antropológica, a partir del tratamiento que este fenómeno ha recibido desde el punto de vista de la mitología, la teología y la filosofía. Nos hemos focalizado en estos tres discursos pues es desde ellos que se ha propuesto una explicación (y una justificación, en cierto modo) radical de este fenómeno, cuya realidad no nos abandona [] El recorrido, sumarísimo e inevitablemente parcial, comprende el mundo griego, los monoteísmos judeo-cristiano e islámico, la formulación agustiniana del problema y la posición de Leibnitz, Kant y Hegel. En la conclusión se postula cierta irreductibilidad del mal, a la que sólo podemos enfrentarnos con una actitud radical, de transformación o regeneración -pues el mal no tiene arreglo, sólo superación- de nosotros mismos, para abandonar el lugar donde reina. Esto parece indicar las respuestas necesariamente metafóricas de la poesía y el mito.[10]

 

Por su parte, Yanet Segovia, en su obra Interpretación Antropológica del Mal en la Sociedad Wayuu, brinda una información muy interesante de lo que el Mal significa para este pueblo originario venezolano y en el Wanülü en el que se representa:

 

Es el Mal, o sea, la oposición del Bien. Espíritu Maligno, personifica las potencias destructivas, las fuerzas negativas. La muerte, las enfermedades, las pestes, las calamidades, la miseria, el trastrocamiento de todo cuanto existe. Wanülü, es la desarmonía y el desequilibrio. Es la maldad, los crímenes, el temor, la soledad, las guerras, las tragedias del hombre. Todas las cosas están sujetas a su acción envolvente, todo tiende al aniquilamiento, sin que se sepa cuándo, cómo, ni por qué. Wanülü es misterio. Enigma.[11]

Hace pocos días, el escritor Javier Sicilia afirmó que la tragedia es una manifestación de la desmesura de la fuerza, no la virtud de la fuerza, sino su corrupción en poder. Esto es comparable a lo que sostiene David Parkin cuando analiza la manera en que ciertas culturas en sus lenguajes connotan el mal, “y pueden traducirse aproximadamente con esta palabra, giran en torno a un sentimiento de exceso o abundancia extrema. El mismo término ‘mal’ en inglés, evil, se deriva del teutónico ubiloz, cuya etimología revela un sentido primario de ‘exceder la mesura correcta’ o ‘rebasar los límites’. Muchos pueblos del mundo creen que el exceso de conocimiento es algo muy malo y puede ocasionar una destrucción terrible.”[12] Creo que esa es una razón por la que me gusta saber sólo un poco. 


[1] Guido Gómez de Silva, Breve Diccionario Etimológico de la Lengua Española, México, COLMEX-FCE, 1999, p. 430.

[2] Edgar Royston Pike, Diccionario de Religiones, México, FCE, 2005,  p. 296.

[3] Max Scheler, La idea del hombre y la historia, Argentina, Editorial La Pléyade, 1989, p. 21.

[4] Nicola Abbagnano, Diccionario de Filosofía, México, FCE, 1993, p. 765.

[5] Bernhard Groethuysen, La formación de la conciencia burguesa en Francia durante el siglo XVIII, España, FCE, 1981, p. 196.

[6] Raúl Enríquez Valencia, “Rebelión y Melancolía en el norte de la Nueva España borbónica”, en Arnaldo Nesti e  Enzo Segre, Certezza, incertezza, religione Come un mondo altro,  Pisa, Titivillus, 2005, pp.100-107.  ISBN 88-7218-139-9

http://uam-antropologia.info/web/articulos/rebelion_melancolia.pdf  (14 de octubre de 2012)

[7] Mircea Eliade, M., (1974), Imágenes y símbolos, Madrid, Taurus, 1974, pp. 58-59, citado por Gustavo Pis-Diez Pretti, “El mal: una perspectiva antropológica”, en Acerca del mal y la guerra: testimonios de una sociedad sin causas, Madrid, 30 de abril de 2003. (No publicado) http://eprints.ucm.es/4950/ (13 de octubre de 2012), p. 22.

[8] Gustavo Pis-Diez Pretti, “El mal: una perspectiva antropológica”, en Acerca del mal y la guerra: testimonios de una sociedad sin causas, Madrid, 30 de abril de 2003. (No publicado) http://eprints.ucm.es/4950/ (13 de octubre de 2012), p. 23

[9] Rosa García-Orellán, “Hacia el encuentro de mi anthropos: la muerte, dinamo estructural de la vida”, tesis doctoral, Departamento: Filosofía de los Valores y Antropología Social,  Universidad del Pais Vasco-Euskal Herriko Univertsitatea, Donostia, 2 Octubre 2000, pp. 15-16.

[10] Gustavo Pis-Diez Pretti, “El mal: una perspectiva antropológica”, en Acerca del mal y la guerra: testimonios de una sociedad sin causas, Madrid, 30 de abril de 2003. (No publicado) http://eprints.ucm.es/4950/ (13 de octubre de 2012).

[11] Yanet Segovia, Interpretación Antropológica del Mal en la Sociedad Wayuu, 414 FERMENTUM Mérida - Venezuela - ISSN 0798-3069 - AÑO 10 - Nº 29 - SEPTIEMBRE - DICIEMBRE - 2000 - 407-420.

“Wanülü: Ente maligno que personifica las fuerzas destructivas y negativas. Se asocia a las enfermedades y al demonio. En varias leyendas se antropomorfiza como un wayuu de elegante apariencia que monta a caballo.” http://abelmedina.blogspot.mx/ (19 de octubre de 2012).

[12] David Parkin, “Mal”, pp. 327-329, en Thomas Barfield, Diccionario de Antropología, México, siglo XXI Editores, 2000, p. 328.

 

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