Teseo ya no mata minotauros
Abel Amutxategui [@] [www]

Teseo ya no mata minotauros.

Ahora pasa las horas muertas en su casa del Olimpo sentado frente al televisor, bebiendo cerveza y fagocitando desgracias ajenas. El haz de luz que va directamente desde la pantalla de alta definición hasta los cansados ojos del abotargado héroe comprime las miserias de los seres de los que se alimenta hasta reducir su tamaño lo suficiente como para que poder inyectarlas sin dolor alguno a través de los poros de la piel radiada que se amontona en el hueco del sillón. Ariadna se fue hace tiempo. Hace tanto que casi no puede recordarla. Desde entonces, los segundos han pasado como minutos, los días como meses y los años como vidas.

Teseo se ha convertido en un triste remedo de sí mismo. Lo único que recuerda la gloria de aquellos lejanos días es esa dorada túnica que aún se empeña en vestir día sí y día también. Ahora está gastada. Raída. Y sus costuras están rotas por la presión de la cada vez más abundante carne. Eso, y el punzante pálpito que lo golpea constantemente desde el interior de su cabeza. Un pálpito que le recuerda el episodio más doloroso de su vida.

Aquel en el que, buscando la gloria, buscando el amor, buscando una excusa para ser alguien, mató a su único amigo; el minotauro. Un millón de veces ha reconstruido el fatal instante en la intimidad de sus pensamientos y, cada una de esas veces, ha ideado un millón de razones para haberlo hecho. Un millón de nobles causas que justificaran el brutal derramamiento de sangre. Ahora, cansado de ver una y mil veces su distorsionado reflejo dibujado en burdas películas de sobremesa escribe cientos de cartas a la televisión. Diciendo que en realidad lo hizo en defensa propia.

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