El doctor Varela
Octavia de básica [@] [www]

Salía a verle todas las mañanas. Me sentaba en el  portal y le veía bajar la calle, con su mano izquierda en el bolsillo, (distrayendo mis deseos con su virilidad escondida). La otra la movía al compás del paso. Yo miraba aquella mano de nudillos prominentes, (mi lengua se entretenía en aquellos montículos absorbiendo el sabor de su piel); dedos largos con ausencias de adornos, (sus yemas recorrían mis muslos con una elegancia inusitada, haciendo delicados círculos, ascendiendo poco a poco. Mi respiración se entrecortaba; me daba miedo respirar y romper su ritmo); las uñas perfectamente arregladas, (la dulzura de su cuidada presencia se metía en mi. Su dedo corazón jugaba con el abrazo de mi sexo y su pulgar se enredaba en mi mal atendido vello); las venas tenuemente marcadas en el dorso, (con la sangre subiendo a grandes pasos hasta cruzar el latido de mi pecho); el borde de su camisa de seda blanca aparecía bajo su chaqueta. 
Tenía por costumbre pararse a dos metros de mí, (me hacía estremecer esa pausa que contenía mi grito de libertad, ralentizando el más gozoso de los calambres); me miraba divertido y sonreía con aquella mueca infantil (travieso, sabiendo que demoraba mi estallido más íntimo) que a mí tanto me hechizaba. Sus labios me regalaban un "buenos días" (susurros convertidos en caricias que se diseminaban entre el lóbulo de mi oreja y mi cuello enardecido; en ese momento mi cuerpo lanzaba todo el deseo humedecido entre mis piernas...) y yo ocultaba mis ojos avergonzada y miraba al suelo...: 

- Buenos días, doctor Varela. ("Mañana a la misma hora, seré como siempre tuya..."). 

 

 

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