Extremadura, interior y fronteriza fue durante siglos una región deprimida, dedicada casi exclusivamente a la cría de ganado, de terreno predominantemente abrupto, apto, por todo lo dicho, a dar un tipo de población dura, fuerte y tenaz. De allí salieron los grandes hombres conquistadores de América, aquellos hombres casi olvidados que vivieron proezas que si no estuvieran tan contrastadas en los anales históricos nos parecerían de papel, de ficción.

    Su cocina es como la tierra, todo está tan relacionado entre los humanos que dificilmente podremos encontrar algo discordante en el entramado de todo lo que nos rodea.

    Comidas simples pero fuertes y muy alimenticias, recolecciones de la naturaleza, de ganado transumante, aquí pese a la proximidad de otras regiones no encontraremos la famosa dieta mediterranea.

    Atravesada por la Ruta de la Plata, tierra de Viriato, Hernan Cortes, lugar donde durante años se aposentaron los Templarios en castillos como el de Encinasola, ciudades como Mérida, otra España.

   Lugar estratégico en los antíguos nudos de comunicación del país y olvidado durante siglos.

 

SOPA DE POLEO

 

INGREDIENTES

Un buen ramo de poleo de los que crecen a las orillas de los ríos

Unas lonchas de tocino, largas y finas, que tengan cortes

5 cucharadas de aceite

Clavo

Pimienta

Pimentón

3 huevos

Pan rebanado fino para sopa

Sal

PREPARACIÓN

 

    En una sartén se fríen las lonchas de tocino que quedaran en forma de flor. Se baten los huevos y se hace una especie de tortilla plana sin doblar.

    En un mortero se majan los clavos, la pimienta y el ramo de poleo hasta que queden como una pasta, se le añade después la tortilla y se vuelve a machacar, se le añade un poco de agua para desleírlo y se vierte todo en la sarten donde se habrá echado una cucharada de pimentón, se sazona con sal y se añade más agua para hacer la sopa, se deja de hierva.

    En un plato hondo se ponen las rabanadas de pan y cuando la sopa esté hirviendo se echa encima y se tapa para que esponje.

 

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