Este personaje decimonónico, Antonio
de Padua María Severino
López de Santa Anna y Pérez de Lebrón (1794 – 1876), mejor conocido como Antonio
López de Santa Anna, famoso por fungir 11 veces como presidente de la República
Mexicana saltando de un bando político a otro, por haber sido acusado de la
pérdida de Tejas y del septentrión mexicano, por sus absurdos impuestos o su
gusto por ser gallero, también fue conocido como el cometa de Tacubaya
porque cuando huía de sus obligaciones políticas se iba a pasar largas
temporadas a
Tacubaya y, otras veces, a sus haciendas veracruzanas de Manga de Clavo o de El
Lencero. En algunos de sus exilios, a veces autoexilios, anduvo por Cuba,
Jamaica y Turbaco, Colombia.

Manga de Clavo pintada por Rugendas
Marco
Antonio Campos informa que Turbaco, poblado que se encuentra a menos de una hora
de Cartagena de Indias, es en dónde Antonio López de Santa Anna vivió dos
periodos de su vida: uno, de 1850 a 1853, y otro de 1855 a 1858. Este periodista
afirma que dicho personaje en el primero de éstos:
hubiera seguido allí,
si a Lucas Alamán y a las cabezas del partido conservador no se les hubiera
pasado por la cabeza la idea de traerlo de nuevo a México. Se envió una
comisión, encabezada por el general Antonio de Haro y Tamariz, con una carta de
Alamán donde se le ponían varias condiciones para volver a la presidencia:
proteger los bienes del clero y de los grandes propietarios, no rodearse de una
corte de aduladores que sólo buscaban su provecho propio y no irse a encerrar
por temporadas a su casa de Tacubaya y a su hacienda veracruzana de Manga de
Clavo dejando la máxima autoridad de la República en manos de sus
incondicionales ineptos. Santa Anna ascendió a la presidencia, que para él sería
la última, el 20 de abril de 1853. Es decir, de finquero y gallero y monte de
piedad en el Caribe colombiano pasó a convertirse en menos de nueve meses en
presidente, inmediatamente en dictador y en el mes de diciembre, […] en Su
Alteza Serenísima.
La Finca La Rosita, según Campos, fue algo parecido a lo que era su
hacienda veracruzana Manga de Clavo. Posteriormente, en 1859, ya estando Santa
Anna en Saint Thomas, en las Bahamas, Santa Anna se enteró de que el caudillo
liberal colombiano Cipriano de Mosquera, amigo de Benito Juárez, había
confiscado la finca La Rosita y ordenado estrangular todos los gallos.
Esto debió dolerle mucho a Santa Anna, en este sentido, Krauze comenta que
cuando este personaje, “como siempre y a pesar de todo, se aburría, y entonces
terminaba por refugiarse en esa sucursal del Palacio Nacional que durante sus
muchos gobiernos fue la gran plaza de gallos de San Agustín de las Cuevas, al
sur de la ciudad de México. Allí, en la lid de gallos “que lo enajena”, lo vio
alguna vez el joven escritor Guillermo Prieto.”
Con lo que respecta a sus estadías temporales en Tacubaya, Santa
Anna se hospedaba en lo que había sido
la casa de descanso de los arzobispos de México que ahora aloja a las oficinas
del Meteorológico Nacional, al IPGH-OEA y a la Mapoteca Orozco y Berra, pero que
es más reconocido por haber sido el observatorio porfiriano de fines del siglo
XIX.
No sólo para descansar iba al Palacio Arzobispal de Tacubaya, igual
para cuestiones políticas como en septiembre 28 de 1841 para hacer el
“Plan de Tacubaya” o
“Bases de Tacubaya”
para derrocar a Anastasio Bustamante.
Se
firman el “Plan de Tacubaya” o “Bases de Tacubaya” y los “Convenios
de la Estanzuela”, con lo que acaba la revolución contra el presidente
Bustamante y quedan unificados los grupos levantados en armas encabezados por
Mariano Paredes Arrillaga y Antonio López de Santa Anna. Este último maniobrará
para quedarse con el poder, al que ascenderá el próximo día 10 de octubre,
deponiendo al presidente Javier Echeverría, sustituto de Bustamante.
De cualquier forma, por política o asueto, fue que sus
contemporáneos lo conocieron como el cometa de Tacubaya. Se debe recordar que en
1835 se dio el paso del cometa Halley, seguramente eso tuvo que ver para que la
gente identificara a Santa Anna como algo parecido, es decir, estar a la vista
un momento e irse enseguida. Recuérdese que en 1836 fue la pérdida de Tejas y la
responsabilidad recayó sobre este personaje, por más que habría que meditar en
el papel que jugaron otros mexicanos como Lorenzo de Zavala en esto que para los
tejanos sajones se consideró como una guerra de independencia de esa lejana
provincia en donde, por cierto, hasta la fecha existe un lugar que se llama
Zavala Point y, además, Zavala queda recordado como el primer vicepresidente de
la República de Tejas en 1836, cargo que tuvo por unos cuantos meses ya que
murió en noviembre de ese año a causa de una pulmonía.
Sobre el cometa Halley y sus efectos sociales, Valadés nos comenta que durante
el mes de noviembre de 1835, en los días previos a la defensa de Tejas por parte
del ejército organizado por Santa Anna, para poder cubrir los gastos de esto se
tuvieron que subir los impuestos a los pobladores mexicanos y pedir dinero, un
empréstito, a los propietarios y agiotistas:
A
todos estos males, se agregó un suceso que, si no acabó con vidas e intereses,
sí produjo el desánimo que siempre viene aparejado el pesimismo. Fue la
superstición, que tanto se hinca en las muchedumbres ignorantes, la causa de lo
que se consideró un infortunio para la república; porque habiendo anunciado el
Calendario de Galván la aparición, para 1835, del cometa Halley, el vulgo
dio por hecho la cercanía de grandes calamidades para los mexicanos. Fue ese
mismo astro el que se supone hizo creer a Moctezuma el fin del imperio, poco
antes de la llegada de los españoles; y el mismo también que se consideró, en
1910, como el anuncio de los acontecimientos revolucionarios que tan
profundamente conmovieron a México durante varios años.
En
medio de las adversidades que no sólo circuían al país, sino que perforaban las
entrañas de una nación pobre, el Estado mexicano empezó los preparativos para la
organización de un ejército que fuese a poner en orden a los rebeldes de Texas.
Posteriormente, es curioso que luego de la caída del santannismo
tras la rebelión de Ayutla en 1854, a mediados de 1857 pasó otro cometa y lo
representaron en un almanaque como la figura de Santa Anna y su pata de palo que
se dirige contra la Tesorería de la Nación. Esparza Liberal comenta acerca de
esta referencia a Santa Anna en dicho calendario:
Los calendarios que aparecen en el 57, preparados el año anterior, todavía
tienen muy presente la figura del derrotado Santa Anna, por lo que se siguen
reproduciendo una serie de litografías políticas y caricaturescas de su período.
Destaca en ese sentido la imagen publicada en el Calendario de Pedro
Urdimalas con una gran estampa que desarrolla en veinte cuadritos episodios
del gobierno de Santa Anna titulada “Cuadro Histórico del General Santa Anna. 2ª
Parte”, cuya primera parte había sido publicada el año anterior. También en el
Calendario impolítico y justiciero de ese mismo año continúa la sátira
contra el presidente saliente con una caricatura en la contraportada con el
título “El cometa del 13 de junio de 1857” donde aparece Santa Anna
formando la cola del cometa y la cabeza es el Palacio Nacional con el
señalamiento de “Tesorería”, en clara alusión a su desmedida ambición. Abajo un
grupo de gente del pueblo le apedrea mientras que en el otro lado otros cinco
catrines bailan regocijados.

El cometa del 13 de junio de 1857 con la cola en forma de Santa Ana
En México, desde la época prehispánica, los cometas han sido
considerados como aves de mal agüero para diversas personas, por ejemplo, me
refiero a lo que para el monarca mexica Moctezuma significó la vista del cometa
y la llegada de los españoles, la manera como esto determinó que los recibiera y
cayera bajo el dominio de Hernán Cortés.
El cuarto prodigio
fue, que siendo de día y habiendo sol, salieron cometas del cielo por el aire y
de tres en tres por la parte de Occidente "que corrían hasta Oriente", con toda
fuerza y violencia, que iban desechando y desapareciendo de sí brasas de fuego o
centellas por donde corrían hasta el Oriente, y llevaban tan grandes colas, que
tomaban muy gran distancia su largor y grandeza; y al tiempo que estas señales
se vieron, hubo alboroto, y asimismo muy gran ruido y gritería y alarido de
gentes.
El cometa Halley pasó en 1835, esto ha llegado a relacionarse con la
presidencia de Santa Anna y la pérdida de Tejas al año siguiente. Pero habría
que pensar también en los acontecimientos lindos como el nacimiento y muerte de
Marc Twain con la aparición del cometa Halley en 1835 y 1910.
De cualquier forma, con o sin cometa, el recuerdo de Santa Anna
permanece en la memoria del colectivo mexicano como el de un mandatario
inescrupuloso al que le apodaron el 15 uñas luego de la Guerra de los
Pasteles en 1838; como el responsable frente a los ojos de los mexicanos por la
pérdida del septentrión, aclarando que no sólo por la derrota en la guerra de
Tejas en 1836 o del enfrentamiento contra los invasores estadounidenses en
1846-1847, sino por la venta de La Mesilla, el territorio limítrofe de Sonora y
Arizona, en diciembre de 1853; por los impuestos ridículos que impuso, como, por
ejemplo, sobre el número de ventanas de una casa, mientras, al mismo tiempo,
exigía el trato de Alteza Serenísima ese mismo año. De cualquier forma, es
preciso señalar que desde 1849 se había fundado por sus simpatizantes el partido
santanista, así que vale meditar sobre el conjunto de responsabilidades
compartidas entre Santa Anna y sus allegados.
A principios de la década de 1830, Carlos María de Bustamante acuñó este término
[santanistas] para designar a los seguidores del general Antonio López de Santa
Anna y se convirtió en el nombre de su partido político en 1849. El líder del
partido fue el general José María Tornel y el escritor y político José María
Bocanegra, quienes mantuvieron varias posiciones políticas durante la primera
mitad del siglo XIX. De ser entusiastas defensores del sistema republicano
federal con representación popular se transformaron en voceros de la dictadura [santanista]
controlada con la participación política reducida a las clases propietarias en
los años posteriores a la guerra [de 1846-1847].
Obviamente este personaje también realizó obras económicas y
culturales que de alguna manera u otra fueron destinadas al bienestar social.
Algo que menciona Rafael F. Muñoz sobre Santa Anna mostrando el reverso de su
proceder que, obviamente, era generalmente a su favor, es que:
Crea el Ministerio de Fomento ya la Administración Nacional de Caminos,
reglamentando la conservación de éstos. Construye la carretera de México a
Cuernavaca, comienza la construcción del telégrafo entre Veracruz y la capital,
prohíbe la circulación de moneda extranjera, amnistía a los miembros del
ejército que se rindieron a los americanos. Declara que hay demasiados abogados
mientras la agricultura y el comercio están desatendidos, y suspende el
otorgamiento de nuevos títulos de doctores en leyes. Unifica las disposiciones
hacendarias de Estados y Municipios. Telégrafo a Guanajuato, bibliotecas, más
caminos. Convoca a postores para la construcción de la vía férrea de México a
Puebla. Richards comienza la construcción del ferrocarril a Veracruz.
Convoca a un concurso para letra y música del Himno Nacional, que es oficial
hasta la fecha; crea el panteón, para reunir los restos de los prohombres, el
cuartel de los inválidos, almacenes militares, campos militares… Reorganiza el
Colegio Militar y adquiere maquinaria nueva para las fábricas de pólvora.
Trabaja catorce y dieciséis horas diarias. El retorno al poder le ha restituido
el impulso desordenado de la juventud.
A esto habría que sumar el Decreto del Gobierno del 10 de septiembre
de 1842 que hizo Santa Anna para “que se escriba el nombre del general D.
Ignacio Rayón con letras de oro en el salón del congreso” por reconocerlo el
haber sido “uno de los primeros y más ilustres caudillos de la independencia,
desde que se proclamó en el año de 1810”.
El destacado político conservador Lucas Alamán, llegó a decir de
Santa Anna que éste representaba:
[El] Conjunto de buenas y malas cualidades, talento natural muy despejado, sin
cultivo moral ni literario; espíritu emprendedor, sin designio fijo ni objeto
determinado; energía y disposición para gobernar, obscurecidas por grandes
defectos; acertado en los planes generales de una revolución o de una campaña, e
infelicísimo en la dirección de una batalla…”
Santa Anna hizo para la República Mexicana cosas buenas y cosas
malas si las tomamos desde una perspectiva maniquea. Luego entonces su fama como
el cometa de Tacubaya queda en el apodo y en los almanaques decimonónicos, mejor
rememorarlo el día de hoy de esa manera. Gracias.
Fuentes consultadas:
Carmona, Doralicia, MEMORIA POLÍTICA DE MÉXICO,
Esparza Liberal, María José, “Calendarios mexicanos en torno a 1857: imágenes
del conflicto”, caiana. Revista de Historia del Arte y Cultura Visual del
Centro Argentino de Investigadores de Arte (CAIA) Nº 3, diciembre de
2013, URL:
http://caiana.caia.org.ar/template/caiana.php?pag=articles/article_2.php&obj=128&vol=3
(Consultado el 13 de septiembre de 2014).
Krauze, Enrique, Siglo de caudillos. Biografía política de México (1810-1910),
México, Tusquets Editores, 1994.
León Portilla, Miguel, introducción, selección y notas, Visión de los vencidos.
Relaciones indígenas de la conquista, México, UNAM, 1982.
Muñoz, Rafael F., Santa Anna. El dictador resplandeciente, Colección
Lecturas Mexicanas 33, México, FCE-SEP, 1984.
Nieto Camacho, Ana Lilia, Defensa y política en la frontera norte de México,
1848-1856, México, El Colegio de la Frontera Norte, 2012.
Valadés, José C., El juicio de la Historia. Escritos sobre el siglo XIX,
México, UNAM, 1996.
Marco Antonio Campos, “El filántropo Santa Anna en Turbaco”,
La
Jornada Semanal,
domingo 3 de abril de 2005 núm. 526
http://www.jornada.unam.mx/2005/04/03/sem-anna.html
(Consultado el 27 de septiembre).
Doralicia Carmona, MEMORIA POLÍTICA DE MÉXICO,
Testimonio de Muñoz Camargo
(Historia de Tlaxcala, escrita en castellano por su autor) en
Miguel León Portilla, introducción, selección y notas, Visión de los
vencidos. Relaciones indígenas de la conquista, México, UNAM, 1982, p. 8.
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