“Santa Anna y su fama de cometa de Tacubaya”

 

Martha Eugenia Delfín Guillaumin,

IX Coloquio de Tacubaya en la historia: pasado y presente,

22 de octubre de 2014

 

 

 
Este personaje decimonónico, Antonio de Padua María Severino López de Santa Anna y Pérez de Lebrón (1794 – 1876), mejor conocido como Antonio López de Santa Anna, famoso por fungir 11 veces como presidente de la República Mexicana saltando de un bando político a otro, por haber sido acusado de la pérdida de Tejas y del septentrión mexicano, por sus absurdos impuestos o su gusto por ser gallero, también fue conocido como el  cometa de Tacubaya porque cuando huía de sus obligaciones políticas se iba a pasar largas temporadas a Tacubaya y, otras veces, a sus haciendas veracruzanas de Manga de Clavo o de El Lencero. En algunos de sus exilios,  a veces autoexilios, anduvo por Cuba, Jamaica y Turbaco, Colombia.
 
Manga de Clavo pintada por Rugendas[1]
 

            Marco Antonio Campos informa que Turbaco, poblado que se encuentra a menos de una hora de Cartagena de Indias, es en dónde Antonio López de Santa Anna vivió dos periodos de su vida: uno, de 1850 a 1853, y otro de 1855 a 1858. Este periodista afirma que dicho personaje en el primero de éstos:

 

hubiera seguido allí, si a Lucas Alamán y a las cabezas del partido conservador no se les hubiera pasado por la cabeza la idea de traerlo de nuevo a México. Se envió una comisión, encabezada por el general Antonio de Haro y Tamariz, con una carta de Alamán donde se le ponían varias condiciones para volver a la presidencia: proteger los bienes del clero y de los grandes propietarios, no rodearse de una corte de aduladores que sólo buscaban su provecho propio y no irse a encerrar por temporadas a su casa de Tacubaya y a su hacienda veracruzana de Manga de Clavo dejando la máxima autoridad de la República en manos de sus incondicionales ineptos. Santa Anna ascendió a la presidencia, que para él sería la última, el 20 de abril de 1853. Es decir, de finquero y gallero y monte de piedad en el Caribe colombiano pasó a convertirse en menos de nueve meses en presidente, inmediatamente en dictador y en el mes de diciembre, […] en Su Alteza Serenísima.[2]

 

            La Finca La Rosita, según Campos, fue algo parecido a lo que era su hacienda veracruzana Manga de Clavo. Posteriormente, en 1859, ya estando Santa Anna en Saint Thomas, en las Bahamas, Santa Anna se enteró de que el caudillo liberal colombiano Cipriano de Mosquera, amigo de Benito Juárez, había confiscado la finca La Rosita y ordenado estrangular todos los gallos.[3] Esto debió dolerle mucho a Santa Anna, en este sentido, Krauze comenta que cuando este personaje, “como siempre y a pesar de todo, se aburría, y entonces terminaba por refugiarse en esa sucursal del Palacio Nacional que durante sus muchos gobiernos fue la gran plaza de gallos de San Agustín de las Cuevas, al sur de la ciudad de México. Allí, en la lid de gallos “que lo enajena”, lo vio alguna vez el joven escritor Guillermo Prieto.”[4]

 
            Con lo que respecta a sus estadías temporales en Tacubaya, Santa Anna se hospedaba en lo que había sido la casa de descanso de los arzobispos de México que ahora aloja a las oficinas del Meteorológico Nacional, al IPGH-OEA y a la Mapoteca Orozco y Berra, pero que es más reconocido por haber sido el observatorio porfiriano de fines del siglo XIX.
 
            No sólo para descansar iba al Palacio Arzobispal de Tacubaya, igual para cuestiones políticas como en septiembre 28 de 1841 para hacer el Plan de Tacubaya” o “Bases de Tacubaya” para derrocar a Anastasio Bustamante.
 

Se firman el “Plan de Tacubaya” o “Bases de Tacubaya” y los “Convenios de la Estanzuela”, con lo que acaba la revolución contra el presidente Bustamante y quedan unificados los grupos levantados en armas encabezados por Mariano Paredes Arrillaga y Antonio López de Santa Anna. Este último maniobrará para quedarse con el poder, al que ascenderá el próximo día 10 de octubre, deponiendo al presidente Javier Echeverría, sustituto de Bustamante.[5]

 
            De cualquier forma, por política o asueto, fue que sus contemporáneos lo conocieron como el cometa de Tacubaya. Se debe recordar que en 1835 se dio el paso del cometa Halley, seguramente eso tuvo que ver para que la gente identificara a Santa Anna como algo parecido, es decir, estar a la vista un momento e irse enseguida. Recuérdese que en 1836 fue la pérdida de Tejas y la responsabilidad recayó sobre este personaje, por más que habría que meditar en el papel que jugaron otros mexicanos como Lorenzo de Zavala en esto que para los tejanos sajones se consideró como una guerra de independencia de esa lejana provincia en donde, por cierto, hasta la fecha existe un lugar que se llama Zavala Point y, además, Zavala queda recordado como el primer vicepresidente de la República de Tejas en 1836, cargo que tuvo por unos cuantos meses ya que murió en noviembre de ese año a causa de una pulmonía.[6] Sobre el cometa Halley y sus efectos sociales, Valadés nos comenta que durante el mes de noviembre de 1835, en los días previos a la defensa de Tejas por parte del ejército organizado por Santa Anna, para poder cubrir los gastos de esto se tuvieron que subir los impuestos a los pobladores mexicanos y pedir dinero, un empréstito, a los propietarios y agiotistas:
 

A todos estos males, se agregó un suceso que, si no acabó con vidas e intereses, sí produjo el desánimo que siempre viene aparejado el pesimismo. Fue la superstición, que tanto se hinca en las muchedumbres ignorantes, la causa de lo que se consideró un infortunio para la república; porque habiendo anunciado el Calendario de Galván la aparición, para 1835, del cometa Halley, el vulgo dio por hecho la cercanía de grandes calamidades para los mexicanos. Fue ese mismo astro el que se supone hizo creer a Moctezuma el fin del imperio, poco antes de la llegada de los españoles; y el mismo también que se consideró, en 1910, como el anuncio de los acontecimientos revolucionarios que tan profundamente conmovieron a México durante varios años.

En medio de las adversidades que no sólo circuían al país, sino que perforaban las entrañas de una nación pobre, el Estado mexicano empezó los preparativos para la organización de un ejército que fuese a poner en orden a los rebeldes de Texas.[7]

 
            Posteriormente, es curioso que luego de la caída  del santannismo tras la rebelión de Ayutla en 1854, a mediados de 1857 pasó otro cometa y lo representaron en un almanaque como la figura de Santa Anna y su pata de palo que se dirige contra la Tesorería de la Nación. Esparza Liberal comenta acerca de esta referencia a Santa Anna en dicho calendario:
 
Los calendarios que aparecen en el 57, preparados el año anterior, todavía tienen muy presente la figura del derrotado Santa Anna, por lo que se siguen reproduciendo una serie de litografías políticas y caricaturescas de su período. Destaca en ese sentido la imagen publicada en el Calendario de Pedro Urdimalas con una gran estampa que desarrolla en veinte cuadritos episodios del gobierno de Santa Anna titulada “Cuadro Histórico del General Santa Anna. 2ª Parte”, cuya primera parte había sido publicada el año anterior. También en el Calendario impolítico y justiciero de ese mismo año continúa la sátira contra el presidente saliente con una caricatura en la contraportada con el título “El cometa del 13 de junio de 1857” donde aparece Santa Anna formando la cola del cometa y la cabeza es el Palacio Nacional con el señalamiento de “Tesorería”, en clara alusión a su desmedida ambición. Abajo un grupo de gente del pueblo le apedrea mientras que en el otro lado otros cinco catrines bailan regocijados.[8]
 
El cometa del 13 de junio de 1857 con la cola en forma de Santa Ana[9]
 
            En México, desde la época prehispánica, los cometas han sido considerados como aves de mal agüero para diversas personas, por ejemplo, me refiero a lo que para el monarca mexica Moctezuma significó la vista del cometa y la llegada de los españoles, la manera como esto determinó que los recibiera y cayera bajo el dominio de Hernán Cortés.
 
El cuarto prodigio fue, que siendo de día y habiendo sol, salieron cometas del cielo por el aire y de tres en tres por la parte de Occidente "que corrían hasta Oriente", con toda fuerza y violencia, que iban desechando y desapareciendo de sí brasas de fuego o centellas por donde corrían hasta el Oriente, y llevaban tan grandes colas, que tomaban muy gran distancia su largor y grandeza; y al tiempo que estas señales se vieron, hubo alboroto, y asimismo muy gran ruido y gritería y alarido de gentes.[10]
 
            El cometa Halley pasó en 1835, esto ha llegado a relacionarse con la presidencia de Santa Anna y la pérdida de Tejas al año siguiente. Pero habría que pensar también en los acontecimientos lindos como el nacimiento y muerte de Marc Twain con la aparición del cometa Halley en 1835 y 1910.
 
            De cualquier forma, con o sin cometa, el recuerdo de Santa Anna permanece en la memoria del colectivo mexicano como el de un mandatario inescrupuloso al que le apodaron el 15 uñas luego de la Guerra de los Pasteles en 1838; como el responsable frente a los ojos de los mexicanos por la pérdida del septentrión, aclarando que no sólo por la derrota en la guerra de Tejas en 1836 o del enfrentamiento contra los invasores estadounidenses en 1846-1847, sino por la venta de La Mesilla, el territorio limítrofe de Sonora y Arizona, en diciembre de 1853; por los impuestos ridículos que impuso, como, por ejemplo, sobre el número de ventanas de una casa, mientras, al mismo tiempo, exigía el trato de Alteza Serenísima ese mismo año. De cualquier forma, es preciso señalar que desde 1849 se había fundado por sus simpatizantes el partido santanista, así que vale meditar sobre el conjunto de responsabilidades compartidas entre Santa Anna y sus allegados.
 
A principios de la década de 1830, Carlos María de Bustamante acuñó este término [santanistas]  para designar a los seguidores del general Antonio López de Santa Anna y se convirtió en el nombre de su partido político en 1849. El líder del partido fue el general José María Tornel y el escritor y político José María Bocanegra, quienes mantuvieron varias posiciones políticas durante la primera mitad del siglo XIX. De ser entusiastas defensores del sistema republicano federal con representación popular se transformaron en voceros de la dictadura [santanista] controlada con la participación política reducida a las clases propietarias en los años posteriores a la guerra [de 1846-1847].[11]
 
            Obviamente este personaje también realizó obras económicas y culturales que de alguna manera u otra fueron destinadas al bienestar social. Algo que menciona Rafael F. Muñoz sobre Santa Anna mostrando el reverso de su proceder que, obviamente, era generalmente a su favor, es que:
 
Crea el Ministerio de Fomento ya la Administración Nacional de Caminos, reglamentando la conservación de éstos. Construye la carretera de México a Cuernavaca, comienza la construcción del telégrafo entre Veracruz y la capital, prohíbe la circulación de moneda extranjera, amnistía a los miembros del ejército que se rindieron a los americanos. Declara que hay demasiados abogados mientras la agricultura y el comercio están desatendidos, y suspende el otorgamiento de nuevos títulos de doctores en leyes. Unifica las disposiciones hacendarias de Estados y Municipios. Telégrafo a Guanajuato, bibliotecas, más caminos. Convoca a postores para la   construcción de la vía férrea de México a Puebla. Richards comienza la construcción del ferrocarril a Veracruz.
Convoca a un concurso para letra y música del Himno Nacional, que es oficial hasta la fecha; crea el panteón, para reunir los restos de los prohombres, el cuartel de los inválidos, almacenes militares, campos militares… Reorganiza el Colegio Militar y adquiere maquinaria nueva para las fábricas de pólvora.
Trabaja catorce y dieciséis horas diarias. El retorno al poder le ha restituido el impulso desordenado de la juventud.[12]
 
            A esto habría que sumar el Decreto del Gobierno del 10 de septiembre de 1842 que hizo Santa Anna para “que se escriba el nombre del general D. Ignacio Rayón con letras de oro en el salón del congreso” por reconocerlo el haber sido “uno de los primeros y más ilustres caudillos de la independencia, desde que se proclamó en el año de 1810”.[13]
 
            El destacado político conservador Lucas Alamán, llegó a decir de Santa Anna que éste representaba:
 
[El] Conjunto de buenas y malas cualidades, talento natural muy despejado, sin cultivo moral ni literario; espíritu emprendedor, sin designio fijo ni objeto determinado; energía y disposición para gobernar, obscurecidas por grandes defectos; acertado en los planes generales de una revolución o de una campaña, e infelicísimo en la dirección de una batalla…”[14]
 
            Santa Anna hizo para la República Mexicana cosas buenas y cosas malas si las tomamos desde una perspectiva maniquea. Luego entonces su fama como el cometa de Tacubaya queda en el apodo y en los almanaques decimonónicos, mejor rememorarlo el día de hoy de esa manera. Gracias.
 
 
 
Fuentes consultadas:
 
Carmona, Doralicia, MEMORIA POLÍTICA DE MÉXICO,
 http://www.memoriapoliticademexico.org/Efemerides/9/28091841.html (Consultado el 13 de septiembre de 2014).
 
Esparza Liberal, María José, “Calendarios mexicanos en torno a 1857: imágenes del conflicto”, caiana. Revista de Historia del Arte y Cultura Visual del Centro Argentino de Investigadores de Arte (CAIA) Nº 3, diciembre de 2013, URL: http://caiana.caia.org.ar/template/caiana.php?pag=articles/article_2.php&obj=128&vol=3 (Consultado el 13 de septiembre de 2014).
 
Krauze, Enrique, Siglo de caudillos. Biografía política de México (1810-1910), México, Tusquets Editores, 1994.
 

Legislación Mexicana o Colección Completa de las Disposiciones Legislativas expedidas desde la Independencia de la República ordenada por los licenciados Manuel Dublán y José María Lozano, Edición Oficial, Tomo V, Imprenta del Comercio, México, 1876.

 
León Portilla, Miguel, introducción, selección y notas, Visión de los vencidos. Relaciones indígenas de la conquista, México, UNAM, 1982.
 
Muñoz, Rafael F., Santa Anna. El dictador resplandeciente, Colección Lecturas Mexicanas 33, México, FCE-SEP, 1984.
 

Nieto Camacho, Ana Lilia, Defensa y política en la frontera norte de México, 1848-1856, México, El Colegio de la Frontera Norte, 2012.

 

Valadés, José C., El juicio de la Historia. Escritos sobre el siglo XIX, México, UNAM, 1996.

 
http://www.memoriapoliticademexico.org/Efemerides/9/28091841.html (Consultado el 13 de septiembre de 2014).
 
http://arts.st-andrews.ac.uk/pronunciamientos/getpdf.php?id=239 (Consultado el 23 de septiembre de 2014).
 

http://www.tshaonline.org/handbook/online/articles/fza05 (Consultado el 24 de septiembre de 2014).

 

Marco Antonio Campos, “El filántropo Santa Anna en Turbaco”, La Jornada Semanal, domingo 3 de abril de 2005 núm. 526

 

http://www.jornada.unam.mx/2005/04/03/sem-anna.html (Consultado el 27 de septiembre).

 

http://www.latinamericanstudies.org/manga-clavo.htm (Consultado el 27 de septiembre).

 


 

 

[2] Marco Antonio Campos, “El filántropo Santa Anna en Turbaco”, La Jornada Semanal, domingo 3 de abril de 2005 núm. 526

http://www.jornada.unam.mx/2005/04/03/sem-anna.html (Consultado el 27 de septiembre).

[3] Ibid.

[4] Enrique Krauze, Siglo de caudillos. Biografía política de México (1810-1910), p. 141.

[5] Doralicia Carmona, MEMORIA POLÍTICA DE MÉXICO,

 http://www.memoriapoliticademexico.org/Efemerides/9/28091841.html (Consultado el 13 de septiembre de 2014).

[6] http://www.tshaonline.org/handbook/online/articles/fza05 (Consultado el 24 de septiembre de 2014).

[7] José C. Valadés, El juicio de la Historia. Escritos sobre el siglo XIX, México, UNAM, 1996, p. 231.

[8]  María José Esparza Liberal, “Calendarios mexicanos en torno a 1857: imágenes del conflicto”,

p. 7.

[9] Imagen tomada del artículo de María José Esparza Liberal recién citado.

[10] Testimonio de Muñoz Camargo (Historia de Tlaxcala, escrita en castellano por su autor) en Miguel León Portilla, introducción, selección y notas, Visión de los vencidos. Relaciones indígenas de la conquista, México, UNAM, 1982, p. 8.

[11] Will Fowler, Mexico in the Age of Proposals, 1821-1853 apud Ana Lilia Nieto Camacho, Defensa y política en la frontera norte de México, 1848-1856, p. 47, cita 8. Lo señalado entre corchetes es mío.

[12] Rafael F. Muñoz, Santa Anna. El dictador resplandeciente, pp. 246-247.

[13] Legislación Mexicana o Colección Completa de las Disposiciones Legislativas expedidas desde la Independencia de la República p. 263.

[14] Citado por Rafael F. Muñoz, Santa Anna. Ibid., p. 11.

 

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