El Palacio de los Castejones se encuentra situado dentro del recinto declarado conjunto histórico-artístico de la villa de Ágreda, en el barrio de San Miguel, ocupando una posición limítrofe entre el recinto moro y el cristiano, y adosado a la muralla que servía de separación entre los dos barrios. La historia reciente del lugar es bien conocida: desde 1809, con la muerte de su propietario del jardín, el V marqués de Velamazán, todo el conjunto sufre una etapa de abandono en la que el palacio pasará a ser escuela, juzgado, cárcel, viviendas para la Guardia Civil, etc., hasta que en 1883 el Ayuntamiento se convierte en el propietario absoluto del palacio y los jardines. El jardín, antes cuidado, iría desdibujándose, adulterándose hasta convertirse en la huerta que hasta hace poco existió en él y que el Ayuntamiento de Ágreda decide restaurar en mayo de 2001.

Metodología de trabajo: Estudios preliminares.
Estudio histórico

   La intervención en un espacio con notorio pasado histórico plantea el conocimiento detallado del lugar sobre el que se centra la intervención[i]. En el caso del Palacio de los Castejones, existía un completo vacío documental que no sólo afectaba al espacio destinado a jardín sino al propio palacio y que daba pocas o ningunas aclaraciones sobre la fecha de ejecución de éste, de sus dueños, o de los motivos que en algún momento impulsaron la realización de tan significativa obra arquitectónica. En lo relativo al jardín se cuestionaba incluso la propia existencia de un jardín y no de un huerto, como lo había sido al menos durante el último siglo y cuya imagen perduraba en la memoria colectiva de los habitantes de la villa.

   González de Castejón es el apellido completo de uno de los más antiguos e ilustres linajes nobiliarios castellanos, apareciendo el primero del linaje Castejón como pariente del conde Fernán González quien al conquistar la villa de Ágreda, tomó de su fortaleza o castillo el nombre de Castejón[ii]. Desde este momento, la participación de la familia Castejón en la vida de la ciudad será constante adquiriendo progresivamente un mayor protagonismo económico hasta que en el siglo XVI, Don Diego González de Castejón y Vinuesa[iii] (1554-1630), regidor de Soria y de Ágreda, decide poner en marcha la construcción de una nueva residencia palaciega.


Vista del Palacio de los Castejones y su jardín


Análisis de las proporciones del Palacio de los Castejones.
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   Ya en el siglo XVII, Don Gil Fadrique de Castejón[iv] (1618-1692) compra en 1670 el palacio a su actual dueño[v] e inicia en él una serie de reformas y embellecimiento[vi]. Posiblemente incluían el levantamiento de todo el cuerpo situado encima de la actual galería de arcos en la fachada del jardín y, por extensión, la reforma del mismo, trazando en él un jardín ya acorde con los gustos de finales del siglo XVII pues se sabe de la existencia del mismo gracias a un importante documento relativo a un pleito entre el propio don Gil y los herederos del I marqués de Camarena, Obispo de Lugo y Tarazona, por unas construcciones que el Obispo había adosado al muro de la propiedad de don Gil.

Estudios espaciales

   Puesto que el estudio histórico había localizado la fecha de creación del palacio, se prosiguieron los estudios del lugar en busca de un jardín de marcado carácter renacentista. En la Península Ibérica, el Renacimiento va a heredar de la Edad Media un rico contenido filosófico,  impregnado por las diversas creencias y culturas coexistentes en España en ese momento que van a determinar el nuevo jardín “español”. La religión hebraica, donde el templo del Rey Salomón define su lugar sagrado como un cubo de 20 codos de lado; el cristianismo, donde el jardín es un lugar limitado por muros dentro del cual brota la fuente de los cuatro ríos; o las creencias islámicas, en las que el jardín es una representación terrena del paraíso coránico, presentan puntos de vista comunes que establecen ritos por medio de los cuales el hombre repite de una manera simbólica el acto de la Creación[vii], estableciendo arquetipos para el diseño de nuevos paraísos terrestres, que durante el Renacimiento se convertirán en escenarios ideales para que los nuevos monarcas organicen universos íntimos en los que poder actuar como pequeños demiurgos[viii].

   Los pensadores renacentistas van a profundizar en estos conceptos, definiendo las leyes de orden y armonía que se manifiesta a través de la geometría y del orden matemático, ya contenidas en la propia naturaleza. Así van a proliferar los textos que, ya sea inspirados en las ideas neoplatónicas y sus polígonos regulares que simbolizan el universo, o en textos de la tratadística clásica, como el de Vitrubio, desarrollarán simultáneamente métodos matemáticos y geométricos para poder construir artificialmente la belleza intrínseca del universo.


Crecimiento de las hojas de una planta según las series de Fibonacci


Espiral inscrita dentro del rectángulo áureo

    La observación directa de la naturaleza será de vital importancia en el establecimiento de estas “ reglas de diseño”, constituyendo dos de sus ejemplos más sobresalientes las series de Fibonacci, la espiral pitagórica, o la denominada sección áurea, una proporción empleada por diversas culturas como cánon de belleza y armonía, y que adquirirá un gran protagonismo durante el Renacimiento gracias al tratado De divina proportione[ix] escrito en 1509 por el monje boloñés Fra Luca Pacioli di Borgo e ilustrado por Leonardo da Vinci.

   El uso de esta proporción en arquitectura ha sido exhaustivamente probado en numerosos estudios, aunque raramente asociado al trazado de jardines[x]. Partiendo de la base que los sistemas proporcionales antes definidos establecen las leyes armónicas que rigen tanto las formas inmediatamente visibles como la relación entre sus elementos, el hombre y el universo, parece imposible pensar que el jardín, compañero inseparable del palacio, no comparta con él una estricta organización interna basada en las leyes de la proporción y que no fuesen los propios arquitectos o maestros de obras encargados de realizar las edificaciones, los artífices de los trazados de los jardines aunque los detalles agronómicos finales corriesen a cargo de los jardineros. Avalados por este pensamiento, se analizó la planta existente del Palacio de los Castejones descubriendo que su traza se basa en la unión de dos cuadrados de igual dimensión –uno configura la planta del edificio y otro la del jardín- unidos entre sí por una simple sección áurea.


Foto de uno de los nichos existentes


Excavaciones realizadas mostrando uno de los nichos hallados

   Una vez dentro del espacio del jardín, se pudo comprobar la fidelidad del método de diseño, puesto que mediante la utilización de este sistema proporcional se estructura todo el espacio a diversas escalas y se logran definir las dimensiones exactas de los elementos compositivos del jardín: viales, nichos y parterres de plantación. De esta manera queda probado que el palacio y jardín quedan definidos conforme a una traza o plano único, “la proporción de las partes con el todo”, y que el jardín se terminó seguramente en las mismas fechas que el propio palacio, es decir, como muy tarde en los primeros años del siglo XVII, siendo obra del mismo arquitecto o maestro de obras que levanta el Palacio.

Estudio arqueológico

   Para comprobar la hipótesis formulada, se realizaron una serie de estudios arqueológicos[xi] basados en técnicas tanto destructivas como no destructivas de análisis. El primer análisis que se realizó fue el de magnetometría, y no dio resultados muy alentadores. Probablemente, los escasos resultados obtenidos en el Palacio de los Castejones se deben a la existencia de metal en el terreno cuya presencia se desconocía. Por el contrario, el análisis de resistividad, por el contrario, funcionaron relativamente bien a pesar de la sequedad del terreno, ya que los trabajos se realizaron en agosto. Este método mide los cambios en la resistencia eléctrica del terreno, señalando la existencia de elementos enterrados en el subsuelo. Un contenido en humedad bajo incrementa la resistencia eléctrica, y de esta manera las estructuras drenantes como caminos y muros se pueden diferenciar de aquellos que retienen más la humedad, como los hoyos o cuadros de plantación con mayor contenido en materia orgánica en los que la resistencia eléctrica es menor.


Análisis de resistividad del jardín del Palacio de los Castejón.
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Maqueta del proyecto

   Al no tener información del trazado del jardín investigado, se optó por una metodología estándar de intervención[xii] que dio como resultado la identificación de la pared norte del jardín, que delimitaba un cuadrado perfecto respecto de la fachada este del Palacio y del muro sur restante, pero no fue posible localizar detalles más sutiles como las áreas de plantación, cuadros de plantas u hoyos de arbolado, sin duda debido al uso como huerta del Palacio al menos durante los últimos 50 años. Una vez identificado el muro norte, se realizaron diversas catas en él para identificar los nichos que permanecían enterrados, probando que sus dimensiones y la distancia de uno a otro coincidía exactamente con los restantes del muro sur, y con la divina proporción ensayada en los análisis espaciales. De esta manera quedaba probada la hipótesis inicial de trabajo de que el palacio y el jardín se realizaron al mismo tiempo y por el mismo artífice, puesto que la traza de ambos coincide y sus restos perduran aún hoy en el terreno.

   Los estudios realizados nos permiten otra visión del conjunto, estableciendo el eje principal del jardín con la actual puerta a la biblioteca que en su día debió de ser la puerta de acceso al exterior, puesto que se sitúa en el centro exacto de la fachada. Tras acceder al patio del palacio por su entrada en codo, se llegaba al jardín subiendo la gran escalera que conduce hacia la fachada este del mismo. Una vez atravesada la puerta, coronada por el escudo de los Castejón, un balcón se abría al exterior que se contemplaba en toda su extensión: un cuadrado perfecto formado por austeros muros en piedra puntuados por cuatro nichos en cada uno de los lados que alojaban pequeñas esculturas u hornacinas. Desde ellos, un entramado de senderos definía distintas zonas de plantación, seguramente formadas por parterres de baja altura, que vistos desde arriba daban una sensación de perfecto orden y armonía. El sonido del agua, siempre presente en el jardín en su constante fluir a la alberca, y la impresionante montaña situada enfrente proporcionaban una nota de naturaleza y frescor a la rígida composición.


Parterre de nudos característico de los jardines renacentistas

El proyecto


Reloj astronómico del Real Monasterio de San Lorenzo del Escorial

   Los estudios realizados definían un jardín renacentista, circunscrito al cuadrado inicial creado en tiempos de don Diego González de Castejón (1554-1630), de buena factura con elementos decorativos importantes en estrecha relación con la arquitectura existente, que ocupaba la zona inmediata a la fachada este del palacio cubriendo aproximadamente la mitad de la superficie total del espacio. Las conclusiones expuestas anteriormente hacían viable una “recreación” de un jardín renacentista basado en los estudios acometidos en las fases iniciales del proyecto, apoyado en la singularidad del jardín, puesto que nos encontramos ante uno de los pocos casos de palacio con jardines construidos en Soria durante el siglo XVI, teniendo en cuenta que incluso en Castilla y León son contados los ejemplos.

   La decisión de recrear este primer jardín hacía inviable la reconstrucción del segundo jardín, puesto que nuestra hipótesis de trabajo es que los dos nunca habían co-existido en el tiempo, sino que uno –que abarca todo el espacio- se construye sobre el inicial de planta cuadrada. La carencia absoluta de datos que posibilitasen la recreación de este segundo jardín, realizado por don Gil Fadrique de Castejón,  ha definido un espacio en memoria del jardín que existió, puesto que su existencia está probada, y que hoy nos es imposible recuperar.

 

Jardín renacentista de don Diego González de Castejón (1554-1630)

   El jardín que se ha querido recrear enfatiza el cuadrado que originariamente debió de estar tapiado por medio de un muro en celosía, mientras que una composición espacial sistematizada conforme a la divina proporción organiza todo el espacio. El jardín se compone principalmente de un jardín de parterres de nudos característico en los jardines de este periodo, inicialmente diseñados para ser claramente visibles desde el balcón de acceso al jardín –hoy actual biblioteca- que rodea una fuente circular con surtidor simple en su centro. Los parterres inmediatos a ésta han sido trazados conforme a un documento del siglo XVI realizado para la casa de los marqueses de Mondéjar[xiii], hoy conservado en el Archivo Histórico Nacional de Toledo, que muestra un jardín de parterres con setos recortados y una fuente en su centro. Las burlas de agua situadas en el paseo que rodea a esta composición aportan la nota de humor y divertimento tan característica de los jardines de este periodo.

   Por último, el diseño se cierra con dos elementos jardineros típicos de esta época: el teatro verde, formado por setos de laurel y suaves escalones que permiten la realización de sencillas actuaciones, y un jardín de hierbas, donde se incluyen hierbas aromáticas y medicinales, culinarias y decorativas para su empleo en la casa.


Jardín de espejos


Teatro verde Dezallier D’ Argenville

Jardín de la memoria


Allium

   El espacio se configura siguiendo los postulados descritos en uno de los tratados más significativos del periodo en el que suponemos se traza este segundo jardín, La Théorie et la Pratique du Jardinage, obra de Dézallier d’Argenville (La Haya, 1739), que establece la división del espacio mediante diagonales que unen las esquinas de los parterres cuadrados o rectangulares. Al tratarse de una superficie no regular, estas diagonales generan diversas líneas que se cruzan entre sí, creando una trama de gran densidad que genera distintas superficies de plantación. Estas, definidas como suaves superficies horizontales, se rematan por medio de setos que remarcan las calles y avenidas, compartimentando el jardín. Dentro de este espacio relativamente “neutro” se organiza una pequeña área al norte, definida como el teatro de espejos cuya finalidad es la de crear un pequeño juego sobre el tema del “jardín como teatro de la memoria”, es decir, como lugar de recuerdos de nuestro pasado histórico.

   La continuidad entre un jardín y el otro está garantizada por un largo eje que une los dos espacios, y en el que se encuentra un reloj astronómico –copia del que se encuentra en el Monasterio de San Lorenzo de El Escorial, realizado en esas mismas fechas- en memoria de la colección de relojes que poseyó uno de los anteriores dueños del palacio[xiv]. Al final de este eje, un espejo adosado al muro recuerda la posible continuidad de este espacio en el contiguo, hoy propiedad privada.

 

   La finalidad del proyecto anteriormente expuesto es, por lo tanto, doble. Por un lado pretende recrear el jardín renacentista que existió en un origen, a la vez que proporcionar un espacio de continuidad en el que se pueda asimilar lo visto y entender el pasado.

   La recuperación del jardín del Palacio de los Castejones ayudará a comprender mejor el pasado cultural de Ágreda, y sin duda otros jardines como el de los marqueses de Paredes, con el que parece existir una correlación de la que ya se hacía eco la población de Ágreda, puesto que se comentaba en la villa que este jardín se amplió, extendiéndolo sobre el río, para ser más grande que el de los Castejón. Las similitudes que ahora se empiezan a apreciar entre ambos no dejan de sorprender. Por un lado, los dos jardines se trazaron conforme a un sistema de proporciones áureas, que define sus límites y la situación de sus elementos decorativos. Por otro, los dos presentan la misma configuración en planta: un cerramiento perimetral con nichos abiertos en sus muros donde colocar esculturas. Futuras investigaciones ayudarán a comprobar si estas similitudes son fortuitas o intencionadas. En cualquier caso, los dos jardines apuntan la excepcionalidad de Ágreda, una villa con una importante población nobiliaria -la más concentrada de la provincia incluida la capital- como lo demuestran los testimonios documentales y artísticos y que explica la abundancia de palacios y casonas que sin duda contaban con sus propios jardines, jardines que parece que en este siglo XXI empiezan a despertar de nuevo.


[i] Tal y como viene reflejado en la Carta de Venecia redactada en esa ciudad en 1964, y en concreto en su artículo 9: “La restauración es una operación que debe tener un carácter excepcional... estará siempre precedida y acompañada de un estudio arqueológico e histórico del monumento”.

[ii] M. De Velamazán, González de Castejón. Pag. 11

[iii] Lasso de la Vega en su obra Historia Nobiliaria Española realizó una importante recopilación de datos referidos a los diferentes linajes de la nobleza española extraídos de los fonos del Archivo Histórico Nacional, incluyendo información referente a la familia de los Castejón.

[iv] Don Gil de Castejón, había nacido en Ágreda y fue bautizado en Yanguas en 1618. Fue Colegial Mayor en San Bartolomé de Salamanca donde se licenció en Cánones. Consiguió el oficio de Oidor en Chancillería de Valladolid y gozó de una alta posición en la  Corte de Madrid, siendo miembro del Consejo y Cámara de su Majestad Felipe IV en el Real de Indias y en el de Castilla. Caballero de la orden de Alcántara, fue nombrado I marqués de Solana por Real Cédula de 19 de febrero de 1690.

[v] “Y que tiene noticia de que el dicho señor don Jil a mas de los vienes de cargo de su administracion tiene y posehe en esta Villa dichas Casas Prinzipales con sus jardines corrales y demas oficinas en la Plaça del Castejon desta Villa que compradas al Marques de Velamazann, a que esta unido y agregado el cuarto de las Casas que fueron de la Marquesa de Camarena que este por pleyto que se litigo y bencio se le aplicaron ...”. Archivo histórico de protocolos. Nº 13149.Fol, 40. Partición e inventario de bienes de don Gil de Castejón.

[vi] Dado que sus posesiones estaban “ ...mui maltratadas amenaçando ruina por ser su edifiçio mui antiguo que no las aiuto ni ay quien las aiutare y sino se acude pronttamente a su reparo quedaran eriales..”. Archivo de la Real Chacillería de Valladolid. Pleitos Civiles. Zarandona y Balboa. C-2700-1. Leg, 497.Fol, 70

[vii] ELIADE, M., Le mythe de l’éternel retour, Ed. Gallimard, París 1969.

[viii] Sobre esta visión del monarca renacentista, consultar FAGIOLO, M., “Strutture antropologiche dell’artificio: il mito del Demiurgo e la sfida di Caino e di Prometeo”, en A.A.V.V., Natura e artificio, Officina Edizioni, Roma 1979.

[ix]PACIOLI, L., De divina propotione, 1509, Ed. Akal, Madrid 1991.

[x]LUENGO, A., MILLARES, C., “Metodología de un proyecto de restauración: el jardín de la Isla en Aranjuez”, en las Actas del Congreso Internacional Felipe II: el rey íntimo. Jardín y Naturaleza en el siglo XVI. Edita la Sociedad Estatal para la Conmemoración de los Centenarios de Felipe II y Carlos V, Madrid 1998.

[xi] Para más información de los trabajos arqueológicos realizados en el Palacio de los Castejones, ver el artículo de Joe Prentice, “Searching in Spanish Soil”, en Historic Gardens Review, autumn 2001/winter 2002.

[xii] Para más información sobre arqueología de jardines, consultar diversos artículos en Journal of Garden History, Volume 17, nº1, Enero-Marzo 1997.

[xiii] Ver el Catálogo de la Exposición Felipe II, el rey íntimo. Jardín y Naturaleza en el siglo XVI, Sociedad Estatal para la Conmemoración de los Centenarios de Felipe II y Carlos V, Madrid 1998.

[xiv] A la muerte de don Gil Fadrique de Castejón se realizó tasación y partición de sus bienes, entre los que se encuentran listados hermosos muebles, joyas de oro y plata, esculturas, pinturas y libros, y una magnífica colección de relojes y de finos tapices de Bruselas. Archivo histórico de protocolos. Caja13 .149. Tasación y Partición de bienes del señor don Gil de Castejón. Fol, 1- 906.

 

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