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Tuvo
dudas por un momento, pero hacerlo era empezar una disputa familiar y
complicarse la vida, su buena vida. A
principio de los 80, Petroquímicas del Sur ante el aumento de inquietudes
ecologistas en la opinión pública, decidió hacer
de la mentira verdad, creando un departamento
de estudios de impacto medioambiental de sus instalaciones y productos.
Ella lo dirigía, o simulaba hacerlo, pues desde entonces (hacía
ya 20 años) no habían parido ningún documento serio
sobre la cuestión. De vez en cuando, la empresa incrementaba la
dotación económica del área, para que ningún
periodista que no estuviera en nómina, se ganara la vida a costa
de ellos. Rubí Milagrosa de las Heras Herranz había conocido a su marido en la facultad de química hacía ya 25 años. El descubrió pronto su verdadera vocación de servicio público y tras pasar por altas responsabilidades gubernativas, tras un asunto que solo recuerdan las hemerotecas, había quedado bien situado administrativamente en un organismo de provincias. Hoy era ella quien aportaba el prestigio social y el bienestar económico a la familia. Las dudas vinieron a la hora de abrir la carpeta de curriculums... los miraría o directamente seleccionaría a aquella muchacha recomendada. Realmente quería tenerla cerca? Sabía a ciencia cierta, la había visto un par de veces, que no existía una historia de amor entre aquella joven becaria y su marido. Sabía que ella cumpliría a la perfección con la compleja labor improductiva del puesto ofertado. Sabía que cada vez que la viera sentiría que había sido él quien la había puesto allí, como había hecho con ella misma en su etapa de influencias políticas. Tardó
varios días en decidir. Su marido le preguntaba al respecto cada
noche.
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