Retrato número dos
Max [@] [www]

Tuvo dudas por un momento, pero hacerlo era empezar una disputa familiar y complicarse la vida, su buena vida.
Desde que había llegado a la empresa su especialidad había sido aparentar y ello le había repuesto un buen puesto y un magnífico sueldo. Para lo que tenía que hacer estaba muy bien pagada y situada socialmente.

A principio de los 80, Petroquímicas del Sur ante el aumento de inquietudes ecologistas en la opinión pública, decidió hacer de la mentira verdad, creando un departamento de estudios de impacto medioambiental de sus instalaciones y productos. Ella lo dirigía, o simulaba hacerlo, pues desde entonces (hacía ya 20 años) no habían parido ningún documento serio sobre la cuestión. De vez en cuando, la empresa incrementaba la dotación económica del área, para que ningún periodista que no estuviera en nómina, se ganara la vida a costa de ellos.
Hoy le tocaba a ella seleccionar, entre media docena de candidatos, al que a partir de entonces debería simular proyectos de equipos para la mejora de la calidad de vida, eso sí, a cambio de un buen sueldo y garantías de permanencia en la empresa.

Rubí Milagrosa de las Heras Herranz había conocido a su marido en la facultad de química hacía ya 25 años. El descubrió pronto su verdadera vocación de servicio público y tras pasar por altas responsabilidades gubernativas, tras un asunto que solo recuerdan las hemerotecas, había quedado bien situado administrativamente en un organismo de provincias. Hoy era ella quien aportaba el prestigio social y el bienestar económico a la familia.

Las dudas vinieron a la hora de abrir la carpeta de curriculums... los miraría o directamente seleccionaría a aquella muchacha recomendada. Realmente quería tenerla cerca? Sabía a ciencia cierta, la había visto un par de veces, que no existía una historia de amor entre aquella joven becaria y su marido. Sabía que ella cumpliría a la perfección con la compleja labor improductiva del puesto ofertado. Sabía que cada vez que la viera sentiría que había sido él quien la había puesto allí, como había hecho con ella misma en su etapa de influencias políticas.

Tardó varios días en decidir. Su marido le preguntaba al respecto cada noche.
- “Pero más inquieto está Mendez”, pensó. Un directivo de marketing que también tenía un recomendado.
Rubí de las Heras, de vuelta a casa, aparentó que ningún currículum era mejor que el de la colaboradora de su marido. Había conseguido el puesto por méritos propios.

 

 

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