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Jardines de Valencia


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viernes, agosto 20, 2004 :::
 
Fuente: Las Provincias
Fecha: 8-8-04
Autor: Juan Luís Lloo


Un jardín bien encauzado


Valencia
Un jardín bien encauzado


Valencia
Está todavía reciente la inauguración del parque de cabecera, o extremo oeste del jardín del viejo cauce del Turia. Un último eslabón, que linda con el parque de la Canaleta del pueblo limítrofe de Mislata.

Así se cierra la cadena de un largo rosario de obras de jardinería en Valencia, esta de polémica ejecución, pero que tras años de intenso debate y no pocas posturas encontradas, puede darse por finalizada.

Acabada totalmente como puede suponerse al menos en el papel, es una obra magna del paisajismo que supera el millón doscientos mil metros cuadrados, y que por ahora se queda aproximadamente a la altura del Museo de las Ciencias Príncipe Felipe, es decir midiendo unos ocho kilómetros en línea si un corredor lo pudiera recorrer por su parte central.

El jardín se encuentra en la parte de cauce donada por el Estado a la ciudad de Valencia en escritura de fecha 14 de octubre de 1982, si bien se deja una porción para usos temporales, como las atracciones feriales.

Espacio fluvial natural, a menudo engañaba al visitante. Su fina lámina central no parecía digna de semejante amplitud de cauce. “Ya tenéis el local, ahora os falta el líquido elemento” nos decía en broma, a lo que siempre añadíamos que esta la aprovechamos aguas arriba desde tiempo inmemorial. De todos modos, es un río típicamente irregular y mediterráneo, que se mostró peligroso durante siglos debido a las avenidas otoñales.

Vista la necesidad de su desvío en 1958, un año después de la famosa riada, no fue sin embargo hasta los años setenta cuando “ya operativo el nuevo río” comenzó a plantearse un uso alternativo del abandonado. Tarea nada sencilla, porque el destino de una franja lateral del hundido trazado que enmarcara la colosal “Fábrica de Murs e Valls” de la Edad Media, estaba comprometido desde la misma fecha para una no menor tarea, como era la de servir de paso de comunicaciones rápidas de ferrocarril y carretera.

Valencia tuvo un especial apego por los jardines desde antiguo. Se sabe que la Alameda data de 1644, poco más de un decenio tras erigirse el Jardín Botánico, pero en el primer tercio del siglo XIX le acompañaron la Glorieta, las Alameditas de Serranos, etc. Nada de qué extrañarse.

Pero el propio eje y la riqueza que engendró el terreno de su vega, nuestra huerta, también hizo que la penetración de carreteras y ferrocarriles cuando estos se desarrollaron, fuera increíblemente compleja debido a los meandros del mismo río. De hecho el valor de la parte meridional, la ciudad, siempre fue mayor que el de la parte septentrional, las afueras.

Justo el efecto contrario que el mismo río producía en la fachada marítima. Era pues momento de que la liberación de terrenos contribuyera a unir el entramado urbano.

Pero cuando en 1972 el ministro Fernández de la Mora recordó que se podían realizar las entradas de la autopista Madrid-Levante, y ya podía enterrarse la estación central de ferrocarriles, o podía hablarse de un metro puerto-aeropuerto, todos en el cauce, la opinión pública ni quiso oír hablar de aquello. “El llit del Turia és nostre i el volem verd” decía el eslogan utilizado por todos los valencianos.

Un año más tarde el mismo ministro de Obras Públicas, no dijo sino que se haría lo que los valencianos quisieran.

No valieron las sugerencias del aparejador municipal Vicente Giménez, de los diputados Muñoz Peirats o Jarabo, ni siquiera las de Mario Gaviria que junto a un equipo de autores publicara un libro monográfico sobre el tema.

Todos ellos y por diferentes caminos, incidían en que si la autopista era cuestionable, el ferrocarril y metro en cambio, debían adjuntarse a la propuesta aunque enterrados.

El tiempo transcurrido no obstante, ha permitido apreciar que hay que ser tan idealista, como tenaz en la persecución de los objetivos.

El Plan Felipe consiguió túneles para las calzadas contiguas al río, pero los enlaces ferroviarios subterráneos y la propia estación principal, o el importante enlace entre terminales por medio del metro, no son hoy por hoy más que “castillos en el aire” trufados de transbordos y tranvías.

Por más que un conocido diario valenciano de la tarde, el 17 de mayo de 1975, con el titular “El cauce va por buen cauce” anunciara propuestas aceptadas por parte de Renfe y de la Comisión para el Estudio Integral de Transportes. Su autora casualmente era Rita Barberá. El ajardinamiento presentado en la Lonja hace veintidós años es todo lo que se ha hecho.



::: Noticia generada a las 7:09 PM




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