Historia de oficina
Hidro [@] [www]

Como todos los enamoramientos, éste nos cayó por sorpresa,  al menos a mí, a ella nunca lo supe y quizá nunca lo sabré. Yo navegaba por ríos de cotidiana indiferencia, ella no navegaba, anclaba su hastío en la oficina todas las mañanas.

Uno de esos días de papeleo y memorándums o quizá fue el otro de más papeleo y más memorándums, nos encontramos frente al archivo de nuestras soledades aisladas y entre la tercera requisición y las descripciones de nuevos productos nos vimos ante la ruta critica de la esperanza y nos rozamos las tristezas, con ternura y procurando no ajar mas los corazones que adivinábamos llenos de mutua fragilidad. De ahí a los encuentros furtivos e inconscientemente repetidos sólo medió la hora del café y las visitas al almacén, una o dos veces al día sin poder evadir al mundo de inconscientes que no comprendía el valor infinito de un instante a solas cuando las ansias consumen la vida. Pasaron días en el juego, tan absurdo como todos los juegos de adultos y de adulterios y los folios llegaban a ochomilcuatrocientosveinticinco y las nominas estaban listas cada fin de semana, cada terrible fin de semana en que la señora melancolía se sienta en el sillón de mis penas a beber café y no me abandona hasta el lunes en que el juego recomienza y me convierto en un cazador de momentos, de momentos a solas entre la mesa del café y el recibidor donde el roce de la ilusión me aguardaba vestida de auxiliar de la gerencia de nuevos productos mientras yo camino cuadrando otra balanza y sin poder conciliar los saldos de mis desventuras hasta que el asiento de las ultimas pólizas en el montón inacabable del cajón de mis premuras me obligan a salir al corredor y darme cuenta que la hora de salida, las ansiadas 4:00 de la tarde habían pasado hace ya tres cafés y dos vueltas completas del minutero. La miro caminar en su irónicamente incorruptible uniforme corte sastre y zapatillas negro-impecable de Christian Dior y le adivino el perfume que nunca he sabido distinguir mientras nos acercamos paso a paso y el balanceo de hojas y la carpeta de pólizas por asentar se cae al suelo y la levanto y me abrumo de la vacuidad de gentes en el pasillo, el mismo pasillo donde su nariz esta tan cerca de la mía que respiramos el mismo sorbo de aire y exhalamos las penas esperando que se vayan a  otra parte con el conjuro de los ojos vibrantes de ella y de los ojos suplicantes, los míos, de ahí hasta los labios no cabe un instante y el carmín de ella se esparce por mi boca como el alimento de un moribundo, se confunde los recuerdos de la maquina de sumar mientras todos los estados de mis finanzas emocionales cuadran en negro y las medias de nilón de la asistente de la gerencia de nuevos productos se restriegan rendidas ante la premura contra mi pantalón contable infalible cuadrador de pólizas. Luego el fin de semana terrible receso, imágenes de fut-bol y otra lata de cerveza amarga, de un amargo de 48 horas hasta el lunes a las 8:00 a.m. en el reloj checador.

Recuerdo los días en que una semana pasaba en siete días, me parecen tan lejanos ya de esta semana en que el tiempo se dilata y corre a saltitos de gazapo, y ella la asistente tres días sin pararse en la oficina y  soy una maza de café y cigarrillos envuelta en una declaración anual y la inminencia de una auditoria interna, muy interna, mas interna que mis órganos y mis tendones y mis huesos. Ya es jueves y han pasado 15 hojas en el calendario y el fresco de Garrido no dice que pasó con la asistente de las medias de nilón que no viene y me voy para la mesa del café a escuchar a la recepcionista tras la puerta entreabierta del baño murmurar entre carcajadas silenciosas la desfachatez del señor gerente de nuevos productos de pasarse quince días en Bahamas con sus asistente medias de nilón, convertida en mi cabeza en la asistente trajedebañodiminutoenbermudas y el café se derrama por el piso y el chico de la limpieza le pasa el trapeador a mis desventuras por encima y de regreso al asiento contable del mes me sumerjo en trece cifras que no cuadran pero que no tienen más que ser sumadas.

Esta historia me la contó Joel que es primo de Durón el de contabilidad, no sé que tendrá de cierta, pero yo pienso volver el próximo año a Bermudas, quince días en el paraíso no están mal para olvidarme de las finanzas por un rato y qué mejor manera de olvidarlas que con Susy, no cabe duda que mi compadre tiene bueno ojo para escoger a sus asistentes, en fin, él feliz con su gerencia de nuevos productos y yo de vacaciones con su asistente.

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