El caminante se vaciaba
todos los días, un tren, dos autobuses, automóviles extraños,
irreconocibles a veces. Caminaba como quien se guía por el instinto
de la suerte. A veces encontraba un camino, a veces se cansaba y perjuraba
por que no llegaba a ningún lado.
Caminaba incesantemente, con compañía
que se unía de manera temporal para después desaparecer
como había llegado, a veces solitario, casi ausente.
Llevaba una maleta ligera donde guardaba
escasas pertenencias que nadie jamas había visto, recuerdos de
los que se deshacía a cada paso.
El caminante desapareció un día,
había encontrado el camino, tan es así que aún se
le puede ver los pasos, ese camino que todos recorren a ningún
lado.
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