Carta del suicida de la esposa inocenta
Alejandro Perelmiter [@] [www]

Siempre creí que me iba a costar mucho más esta carta suicida, quizás por que antes de matarme tengo la libertad de contarle al mundo que he sido un homicida.

Eternamente tuve en duda que tan difícil podría ser matar a alguien. No sé si es que ya perdí los escrúpulos, pero para que salga una bala lo único necesario es tirar del gatillo de un arma cargada, especialmente si el destinatario se la merece. En este caso no se la merecía (lo amaba), me la merecía yo, pero es mas que obvio que en mi cabeza mora una calibre 38, espero que así sea, yo insistiré.

En mi trabajo suelo ver este tipo de cartas, aburridos despidos de la vida, gente triste, vencida, aburrida. Yo en cambio estoy feliz, me despido de este mundo sabiendo que mi cuerpo se pudrirá en algún cajón. No es que no tenga por que vivir, tengo mucho por que vivir. Tengo una hermosa hija de siete años, cabellos dorados, ojos azules, sonrisa de flor; una mujer inocente que es el eterno amor de mi vida, enamorado desde el primer momento; plata, salud; lo tengo todo.

Pero para comenzar, y como aclaré antes, antes de matarme, maté a otro hombre. Puedo decirles que a este hombre no lo conocen, es un hombre que caminaba por la calle con un andar audaz y la sonrisa de oreja a oreja, casi tan feliz como yo. Estoy seguro de que antes de que lo matara me iba a decir algo, algo como "Te amo".

Verán que esta carta de suicida no es igual a todas y si están buscando una historia trágica lean otra cosa, aquí solo hay paz y tranquilidad.

La pistola era de mi viejo, uno de esos recuerdos que uno guarda en una caja en el fondo de un placard sin que nadie en casa lo sepa, siempre quise probarla, pero primero dudaba, después me casé y luego la nena, sacarla era todo un riesgo. Yo soy una persona responsable.

Simplemente le disparé entre los ojos, para que no sufra, por que no es culpable de nada. Él esta ahí, tirado con la sangre que le brota de la cabeza, no tengo que ocultar el cuerpo, ni limpiarme, quiero que estén todas las pruebas a la vista. Mis huellas están en el arma, pueden cerciorarse, pero ya les aviso que están allí. Lamento haberle sido infiel a mi mujer, pero sin duda que no me arrepiento. Nunca dejé de estar enamorado de ella que siempre lo hizo todo por mí, no existe persona más inocente en este mundo y sin duda ella será la que más sufrirá. Pero esas sensaciones que últimamente sentía por los hombres, me hacia desearlos terriblemente.

Quiero que quede claro que a mi amante que yace en el piso, lo maté yo y no me arrepiento. El motivo, quería contarle a mi mujer que él era mi pareja sexual, pero estoy seguro que nunca lo logró, ella es demasiado inocente. Ahora, antes que me descubra, en esta habitación de hotel, con el cadáver de mi pareja homosexual muerta en el piso, me suicido, porque yo lo maté a él, y ella es inocente.

Paff.

Plopp.

 

 

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