Sánchez
Marcial, tú eres el más grande [@] [www]

Los hombres conformaban una extraña pareja ... el dueño del bar, orondo y sano, hastiado ... y el vagabundo, parlanchín, enjuto, con amigos en todas las esquinas.

Caminaban cansinamente.

Sanchez, el dueño del bar Sanchez, estaba agotado.
De siempre, los camareros han mantenido con los taxistas una discusión bizantina sobre en cúal de los dos oficios se "echan" más horas.
En todo caso, Sanchez estaba hecho polvo.
Arrastraba sus pies por la calzada mojada, sin importarle ni los charcos ni los agujeros en las suelas de sus zapatos.
Recien terminadas las dieciseis horas de su jornada laboral, sólo pretendía no pensar en nada.

Pepe, por el contrario, estaba contento.
Para él, la vida empezaba -practicamente- en ese instante, en cualquier instante ... sin pasado ni futuro.

- No, Sanchez, joder, las cosas no son asín ... los hay buenos y malos, como en todo ... ya lo decía mi madre, que en gloria esté ... "en todos sitios cuecen habas".
- ¿Cómo que "cuecen habas"? .... Sanchez no pudo sortear el deje mexicano que le perseguía desde su niñez ... ¿qué chingada es esa?
- Joder, Sanchez, algunas veces me pregunto por qué narices en tu carné pone que eres industrial, si ni siquiera sabes hacer la o con un canuto ... eres la hostia ... ¿será posible que no conozcas el refrán?
- Me cago en tí, Pepe ...
- Peazo carne con ojos estás hecho ...
- No me jodas más ¡hostias! .... que qué coño es eso de las habas.
- Que en todos los sitios pasan las mismas cosas, joder .... igual que hay futbolistas buenos y malos ... políticos .... y mujeres, ¡coño! ... aunque de esas hay más malas que buenas.

Sanchez asintió con pesadumbre.

- Sí, de esas hay pocas buenas ...
- Joder, Sanchez, perdóname ... lo dije sin pensar.
- Es igual, Pepe ... no pasa ná ... y además es verdad.

Cuando el semáforo obligó a los coches a detenerse, los hombres cruzaron Bravo Murillo.
Con parsimonia alcanzaron la otra orilla.
Allí, sobre la acera, había un coche aparcado.
Era un Corsa de color blanco ... de los antiguos.

- ¿Tú crees que ha tenido el morro de aparcar aquí y largarse a su casa a dormir?
- No, hombre ... le habrá pasado algo ... se le habrá roto el coche ... o estará en una farmacia de guardia ...

Los hombres miraron en su derredor.
La acera desierta, algún que otro coche circulando a toda velocidad y un par de basureros regando la calle era todo lo que aparecía ante su vista.

- Pues por aquí no se ve ninguna farmacia ...
....
- Toma, vamos a echar un pitillo.
- Venga ...

Las columnas de humo de los cigarrillos se elevaban, casi verticales, hacia la noche.
Allí, sobre sus cabezas, en alguna casa, un teléfono empezó a sonar.
El timbre repiqueteaba incansable.

- No son horas de llamar ...
- No ...
- Además, ese no está en casa ...
- O esa ...
- O esos ...
....
- Seguro que es "ese", que ya ha cobrado la extra y se ha ido de putas.
....
- Y ¿a dónde habrá ido? ... ¿a la Casa de Campo o a Capitán Haya?
- A Capitán Haya, que está aquí al lado
....
- ¿Nos acercamos a ver si le encontramos?
- Venga ...

Los hombres cruzaron de nuevo la calle y empezaron a desandar el camino. Conformaban una extraña pareja ...

 

 

Faro

Puente

Torre

Zeppelín

Rastreador

Nuevos

Arquitectos

cansinamente | cuecen habas | mujeres | una extraña pareja