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Jardines de Madrid


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sábado, junio 20, 2009 :::
 
Fuente: Madrid Press
Fecha: 17-6-09
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Un paseo evocador por la ruta de los jardines

Existen lugares donde el tiempo pasa muy despacio, donde es posible perderse de la mano de la naturaleza, donde las rutinas diarias se olvidan gracias a la tranquilidad del entorno, donde los pulmones se llenan de aire puro y limpio. Aranjuez posee algunos de los jardines más bellos del mundo. La variedad vegetal y el amplio abanico de especies arbóreas, junto al catálogo impresionante de flores, se mezcla con fuentes de piedra y mármol coronadas con estatuas de personajes mitológicos clásicos.


El jardín de la Isla, que constituye uno de los hitos fundamentales entre los jardines españoles del renacimiento, adquirió su estructura definitiva en 1560, merced a Felipe II y a Juan Bautista de Toledo. La iniciativa de convertir el vergel de la isla en un jardín italoflamenco arranca de la idea de Carlos V de elegir Aranjuez “para en él fundar una casa de campo para su recreo”.
El nexo de unión entre la fachada norte del Palacio y este jardín es la llamada Cascada de las Castañuelas, obra de Bonavía. Como acceso a la 'isla' se recomienda el puente escalonado, puesto que forma un conjunto barroco perfecto con la fuente de Hércules y las numerosas pasarelas y estanques del siglo XVII.
Las especies con las que se adorna este vergel comenzaron a llegar un año después de Flandes y Francia. También se colocaron frutales procedentes de Andalucía y Valencia. Fueron muchos los jardineros que colaboraron con el trazado como, por ejemplo, Juan Hoivecq o Jerónimo de Algora.
Al final, la estructuración del espacio se basó en un fuerte eje central rodeado por compartimentos rectangulares que se dividen, a su vez, en cuadrados. La extensión se planificó de tal forma que consiguió complementar perfectamente la intimidad del jardín con las fuentes bajas, los juegos de agua, los espacios cerrados, las alusiones mitológicas y los rincones adornados con rosas.
El siglo XVIII impuso cambios dentro del Parterre: las galerías de madera se deshicieron dejando el eje central con una simple calle de árboles flanqueados con cuadros de boj. Con Carlos III se unieron al jardín unos bancos de piedra obra de Sabatini.
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LAS FUENTES DEL JARDÍN DE LA ISLA
El recorrido por las fuentes que adornan las diferentes plazuelas y paseos dejará al visitante con un recuerdo muy grato. La ordenación de las mismas pertenece al año 1582 pero con los reinados sucesivos se fue cambiando. El aspecto actual tiene mucho que ver con la actuación en 1660 del maestro mayor de obras reales, Sebastián de Herrera Barnuevo. Se recomienda seguir la avenida central para contemplarlas mejor y poder leer los distintivos que las describen, volviendo luego por la terraza sobre la ría.
Herrera Barnuevo colocó la Fuente de Hércules sustituyendo a una previa dedicada a Diana mientras que la Fuente de Apolo, supuesta obra napolitana, está adornada con bellos relieves y una escultura de principios del XVII atribuida a Miguel Ángel Naccherino.
La Fuente de las Horas es la más antigua, aspecto que se deduce por su disposición hispanoárabe a flor de tierra. Aunque la mayoría piensa que los números romanos inscritos en los bordes representan un reloj de sol, en realidad indican el juego del Anneau-tournant.
Otro surtidor admirable es la Fuente de las Arpías, levantada por Juan Fernández y Pedro de Garay. La escultura del Niño de la Espina, colocada en el centro, es un vaciado del espinario clásico traído por el propio Velázquez desde Italia.
Fuente de Venus fue llamada también 'de Don Juan de Austria' puesto que la piedra con la que se construyó la taza alta de la misma provenía del Golfo de Lepanto. Llegó hasta su emplazamiento actual, desde Florencia, en el año 1571 de la mano de Don García de Toledo. El estilo de la escultura que la corona es similar al del manierista florentino Juan de Bolonia.
Una de las fuentes de mayor acogida por el público que visita este jardín, es la de Baco. La escultura del dios del vino, nos alza su copa sentada en el tonel. Fue realizada por Johghellinck. El pie de la misma es obra de Juan de Bolonia que utilizó mármol toscano de Serravezza y se basó en un dibujo original conservado en los Uffizi.
La Fuente de Neptuno está adornada con unas esculturas de bronce que encargó Velázquez a Alessandro Algardi y llegaron al jardín desde el Palacio antiguo de Madrid en 1661. Estos grupos escultóricos representaban a Juno, Neptuno y Cibeles.
Como último dato, señalar que el agua de estas fuentes provenía del llamado 'Mar de Ontígola' a través de una cañería de plomo que fue sustituida por una de hierro bajo el reinado de Felipe V. De hecho, el obelisco de ladrillo que tanto atrae la curiosidad del paseante, es uno de los 'respiraderos' de la cañería por medio de la cual llegaba el agua.
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JARDÍN DE ISABEL II
El Jardín de Isabel II (Jardín de la Princesita) ocupa el pequeño terreno que se dejó para construir una manzana de casas paralela a la Plaza de San Antonio, teniendo a cargo el administrador en 1830, Don Miguel del Pino. Se dispuso una plantación de un cuadrado de árboles en aquel solar que ofrecía poco atractivo desde los balcones de Palacio Real.
Más adelante, para conmemorar los acontecimientos políticos de 1834, donde la Reina Isabel II accedió al trono, se construyó en el centro rodeado de calada y alta verja de hierro, un pedestal de mármol blanco sobre el que se colocó una buena estatua de bronce de pequeña altura, representando a la Reina Isabel II, regalo que con este objeto hizo el embajador francés Mr. Juán Luis Bruñete.
Rodeando la estatua se colocaron ocho bancos de piedra con respaldos perfectamente laboreados y ocho marmóreos jarrones sobre altos pedestales, suprimiendo todo encomio con decir son hermanos y aún mejores que los del Jardín del Parterre.
Se cerró el cuadro con una sencilla verja de madera para conservar los arbustos y diversidad de flores se plantaron, sustituyéndola con la actual de hierro y machones de cantería, en virtud de la Real Orden de 14 de septiembre de 1844. Habiendo crecido considerablemente los robustos plátanos que lo rodean, presenta una deliciosa perspectiva en aquel punto en el que está reducido el vergel, cuyo interior se puede examinar acercándose al enverjado, el que tiene por base un cómodo y prolongado canapé de piedra por la Plaza de San Antonio con dos entradas igualadas a la de la portería por la Calle Gobernación, donde hay dos pequeñas
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EL JARDÍN DEL PARTERRE
El Jardín del Rey es un ejemplo modelo del “Jardín cerrado” adornado con estatuas, síntesis de la herencia mudéjar y de las influencias renacentistas italianas, tan usual en los Palacios Reales españoles de los Austrias. Como jardín cerrado, el del Rey tuvo dos imágenes sucesivas y bien diferenciadas: la original, de Felipe II, y la consolidad, de Felipe IV, que ha sido restaurada en 1985-1987. El jardín de Felipe II, concebido por Juan Bautista de Toledo, fue llevado a cabo por Juan de Herrera entre 1577 y 1582, y se caracterizaba por el ladrillo empleado para formar los caminos y por las nueve pequeñas habitaciones, pensadas para gozar del jardín desde un sitio fresco y retirado y situadas en testero que mira a oriente.
Felipe IV dio a este jardín un carácter distinto mediante la sustitución de parte de este “grotte” por hornacinas y la colocación de un conjunto de esculturas que lo dotan de un significado político y dinástico, a la vez que variaba su textura al hacer empedrar sus caminos con losas de piedra de Colmenar y cuadro de guijos formando dibujos.
En 1727, Felipe V decidió crear delante de la fachada oriental de Palacio un gran Parterre a la francesa. Este jardín fue comenzado por el ingeniero Etienne Marchand y terminado en 1735 por Etienne Bacheliu, quien derribó en 1733 la pared que limitaba el jardín del rey por oriente, haciendo así de él una especie de apéndice del “jardín nuevo”.
El Parterre, originalmente, estaba aislado estaba aislado del exterior por una pared con hornacinas, continuación de la del jardín del Rey, pero Carlos III ordenó en 1760 demolerla y sustituirla por un foso, cambiándose también entonces algo del trazado. Pero, en 1871-1872 una reforma modificó el Parterre según la “estética moderna”, con caminos sinuosos formando isletas, platabandas en torno a los estanques y coníferas que ocultaban el Palacio, y también fue afectado el Jardín del Rey, pues al elevar el nivel de tierra, los caminos empedrados quedaban ocultos. En la primera década del S. XX se realizó un trazado gemelo al otro lado del Palacio, en el lugar del “Jardín de la Reina”, que nunca había pasado de explanada. Poco después se añadió a ambos jardines un toque de uniformidad al colocar en sus respectivos centros sendas fuentes de planta mixtilínea y aspecto dieciochesco en piedra de Colmenar
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EL JARDÍN DEL PRÍNCIPE
El encargado de poner en marcha este espacio privilegiado de la villa de Aranjuez, fue el monarca Carlos IV. Se trata de un pulmón verde de gran extensión que sigue líneas paisajistas inglesas y francesas de finales del siglo XVIII. Podemos acceder a este jardín por varias entradas desde la carretera de la Reina y también por el río Tajo, por medio de embarcaderos y un puente.
El pabellón real data del año 1754 y los cuatro restantes son de la época de Carlos III, con el fin de que los príncipes de Asturias pudieran utilizarlos. En esta época también se unió al conjunto un jardín ochavado. Carlos VI era muy dado a pasear por la zona del embarcadero durante la primavera, una estación especial puesto que todo empezaba a florecer y a llenarse de colores llamativos y olores penetrantes.
Las siguientes ampliaciones corrieron a cargo del afamado jardinero Pablo Boutelou. Si bien la mayoría de las actuaciones que se llevaron a cabo por él hoy en día se han transformado, a Boutelou le debemos la articulación original. Obra del ingeniero Domingo de Aguirre son el Fortín; muy cerca del embarcadero y, por otro lado, el Castillo. Un dato curioso acerca de este mirador con salas abovedadas y escaleras de caracol realizadas en piedra, es que se quiso revestir de piedra de Colmenar pero fue imposible debido a las pérdidas de la guerra contra los franceses. Hoy en día, este lugar es un restaurante.
Frente a él está el Museo de Falúas, donde se albergan las embarcaciones reales que, anteriormente, estaban ubicadas en la Casa de Marinos, un conjunto muy famoso presente en este jardín que fue iniciado por Carlos IV y restaurado por Amadeo de Saboya. Señalar una pieza de esta muestra espectacular: la góndola 'Felipe V', cuya lugar de origen apunta, según los expertos, a Nápoles.
Algunas de las fuentes destacadas dentro del Jardín del Príncipe son la Fuente de Narciso; reconstruida en 1827 por Dumandre e inspirada en la fuente de origen romano llamada la Fuente de los Sátiros, en Villa Albani, y la Fuente de Apolo, al final de la calle Isabel II e iniciada en 1803, muestra una escultura que se atribuye al siglo XVII y que fue traída desde la Granja.
Una de las zonas más mágicas de este jardín es la llamada popularmente 'los chinescos'. Se trata de un lago al se tiene acceso por medio de dos cenadores. El cenador propiamente chinesco fue recientemente pintado con los colores originales. Aunque el que se levanta hoy en día no es el original de Villanueva, sino uno posterior de Isidro González en época de Fernando VII, conserva la planta original. El otro cenador, de estilo clásico, debe sus columnas de orden jónico al mármol verde importado directamente de tierras italianas.
Las zonas más interiores del jardín son las más exóticas. Riachuelos artificiales y senderos laberínticos traen al visitante la riqueza botánica de las islas americanas y asiáticas. A este área pertenece uno de los trazados que más atrae a los turistas: la Montaña Rusa, un montículo artificial al que se accede por una cuesta circular y que está coronado por un templete de madera sencillo.
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::: Noticia generada a las 11:27 PM




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