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domingo, mayo 25, 2003 :::
 

Fuente: el Diario de Sevilla
Fecha:26-4-03
Autor: Carlos Colón

la ciudad y los días
El ángel del Alcázar

Pocas vistas me alegran tanto como la del Estanque de Mercurio y la Galería de los Grutescos del Alcázar, bienvenida a los jardines que son uno de los más hermosos paraísos que Sevilla nos ofrece y tan pocos sevillanos aprecian y disfrutan. Me representan -perdón por la ordinariez- algo parecido a la torre metálica que anuncia que, tras la próxima curva, aparecerá ese trozo de la España de Cuéntame que es Matalascañas, Tardón con playa en el que busco y encuentro una paz distinta pero no menos bella -el mar lo arregla todo- que la que hallo en los jardines del Alcázar. Todo paraíso, por modesto y pequeño que sea, tiene un ángel que señala su puerta. San Lorenzo, la blanca estrechez de Cardenal Spínola; la Esperanza, el Arco; Los Estepeños, la mole barroca de la Magdalena; la plaza del Salvador, las calles Cuna, Córdoba, Álvarez Quintero, Cuesta del Rosario, Sagasta o Córdoba. No son sólo caminos, puertas o tránsitos: son señales que nos alegran con sólo verlas porque anuncian la inminencia de placeres o emociones.

El ángel anunciador de los jardines del Alcázar es esta Galería de Grutescos y esta Fuente habitada por peces gordos y perezosos que nos dice que estamos a punto de entrar en el trozo de Sevilla en el que el rigor de Cernuda -que tanto lo amó- y la gracia costumbrista de los Quintero -que tan bien reflejan muchas de sus pérgolas regionalistas- se dan la mano. Acaban de restaurarse ahora, tras dos años de trabajo. Poderoso símbolo de lo que Sevilla fue y debe seguir siendo es, no sólo este abrazo que entre el poeta máximo y los hermanos salerosos o entre la historia y la costumbre se da en toda la extensión de los jardines, sino este otro entre Oriente y Occidente que se simboliza en la pintura manierista italianizante del siglo XVII que se apoya en el viejo muro almohade del XII. La magnífica restauración, que ha respetado las sucesivas modificaciones siempre que ha sido posible a la vez que ha devuelto la unidad estética al conjunto, según han manifestado sus autores, restituye a Sevilla uno de sus más hermosos paisajes y uno de los documentos de cómo culturas diferentes hicieron la ciudad al superponerse como las pinturas y grutescos manieristas se superpusieron al muro almohade.

Se hace esta obra por obligación conservacionista, primero; es decir, por razón patrimonial. Por las muchas visitas turísticas que recibe el Alcázar, después; es decir, por razón económica. Pero también para que la disfruten los sevillanos; es decir, por razón de gozo. Esta última es tan importante como las otras dos, ya que sólo quien sepa ver su ciudad sabrá apreciarla; sólo quien la aprecie sabrá amarla con buen amor; y sólo quien la ame se preocupará por ella y se implicará en su destino convirtiéndose, por ello, en ciudadano. Y esto es de la máxima importancia, porque las ciudades como Sevilla no son contenedores, ni parques temáticos, ni superficies comerciales. Vivirán sólo si son habitadas sin indiferencia.



::: Noticia generada a las 2:45 PM




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