Candela
Ziotaz [@] [Ziota]

Bastante luz, mesas redondas, fotos por todas partes. Dos camareros atípicos, tal vez sacados de algún antro de los ochenta donde sólo se escuchaba metal y se fumaban porros al batir de las melenas del personal. Olor indefinido y demasiado humo. Candela, un bar con solera.

Entramos. Me apoyé en la barra con los oídos aún zumbantes, miré sin prestar demasiada atención a mi espalda. Tampoco tenía idea de qué tomar ¿vino?, era apropiado para el sitio, pero demasiada integración por mi parte. Rompiendo moldes pedí abiertamente una cocacola. El camarero me miró mientras sus ojos me disparaban varios tiros, propios de un Colt del 38. Se giró en el mostrador, cogió un vaso y dando un portazo al botellero sacó mi deseo del momento. Sin limón, le dije. Volvió a disparar, pero esta vez tampoco tuvo suerte, no caí al suelo. Mis compañeras de noche pidieron sin desentonar, cerveza y whisky. En realidad la amabilidad brillaba por su ausencia, ni siquiera a la hora de cobrar, cuando dejamos el platillo vacío, cambió la cara.

Salimos en peregrinación, buscábamos una mesa que nos sostuviera las bebidas. Al final del local encontramos una con tres sillas. Me dejé caer en una de ellas, vieja y chirriante me hizo dudar si me soportaría, gruñó un poco pero enseguida se hizo más fuerte. Mis compañeras fumaban mientras a mi se me caían los cigarrillos. Demasiada emoción para concentrarme en caladas. Tenía que fumarme el ambiente.

Música flamenca a bajo volumen, realmente bajo. A mi alrededor un panorama interesante, un grupo de chicos repeinados buscando presa. Un señor típico de un café de mediodía leyendo concentradamente el periódico a las tres de la mañana, vestía chándal, lo mismo estaba haciendo un alto en su carrera y tuvo sed, cuando corres nunca se sabe dónde te entrarán las ganas de beber. Una reunión de: "Vienen de Estados Unidos, ¿les llevamos a que escuchen flamenco?", o lo que es igual, dos americanas dando palmas a destiempo. Un elemento provocador paseando entre las mesas, podía ser un policía pero sólo de espaldas, al fijarme en él me di cuenta de que andaba flotando entre mundos naturistas, debió ser por la hierba que fumaba, pero aún no lo tengo claro. Por lo visto este muñeco formaba parte de la decoración habitual del espacio, probablemente era invisible para más de uno. Ellas se centraban bastante en él, pero intuyo que tan sólo era vaguería.

El golpe de magia de la noche lo daba una puerta situada al lado de los aseos. Pasaban algunos maniquíes que, dando un par de golpes a la madera, se sumergían, quién sabe a qué profundidad, a un sótano-mazmorra-antro tan interesante para mí, como desinterés tendría en cederme el paso la mano que volvía a cerrar. Hubiera sido gratificante saberme aceptada tras la puerta, pero tal vez así me regalo la imaginación de lo que me parece, sin necesidad de ceñirme a guiones.

El momento de la fuga estaba a punto de comenzar, un par de compases sin demasiado ímpetu; una mujer vestida de blanco, apoyada en la barra y gesticulando exageradamente, lo que siempre percibí del nombre "Lola". Una muestra en carne y hueso. Algo sí llamó mi atención: Lo oscuro de sus ojos, como si no tuvieran fondo o su fondo fuera inconfesable. Despecho hacia la vida que vivía o tal vez un cúmulo de cosas que se ejercen por la costumbre. Rodeada de palmeros, parecía estar cómoda, pero en realidad sus movimientos me parecieron de lo más fatigoso. Por supuesto fumaba y soltaba el humo con una rapidez obligatoria. Me hubiera gustado escuchar su conversación sin estar cerca, aunque demasiadas veces no llamo la atención, en este local mi presencia era muy evidente. Una pena no tener el poder del aire que se coloca entre nosotros y tan sólo nos mueve el cabello si es brusco.

Salimos del local y tardé un rato en acomodarme de nuevo dentro de la realidad.
Jamás volveré a ese lugar, me hace pensar demasiado.

 

 

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