¿Cuáles serán, Alicia?
Fernando Pinto Hinojosa [@] [www]

 

- Cuales serán, Alicia, las imagenes en el inconsciente, los últimos instantes de nuestra existencia?

Cuando lo pregunte, saldrás con tu serenidad hilarante y dirás algo acorde con la situación. Quizá que hay cosas más importantes por las cuales preocuparse. O me enviarás al jardín a remover los plantones de hierba mala. Pero, Querida, te aseguro, no es otra más de las torturas traviesas a las que te tengo acostumbrada. Al contrario, hasta he perdido el sueño. Tengo los ojos inyectados de preocupación, la gastritis me gana la batalla. Existen múltiples teorías al respecto, por ejemplo, la que menciona que la vida entera desfila en el lecho del moribundo. Es ese afán tanático, Alicia, el impulsor de mi curiosidad por las imágenes que te menciono.

- ¡La vez que me hiciste el amor tres veces seguidas!

Acaso no recuerdas, hace unos tres años. Viajábamos en el viejo VW amarillo por la Panamericana Sur, en pleno desierto, (oías delirante la música de Bon Jovi por el estéreo) cuando vimos a lo lejos surgir, casi en la línea del horizonte, un mendigo descamisado, desencaminado, ajeno y perdido, caminando en dirección del desierto, lo más probable, víctima de una más de las obras de profilaxia social de nuestro encantador alcalde. ¿Has olvidado, entonces, aquella primavera del 88? Jugábamos a perder la ropa en la habitación 532 del hotel, con un roído dado negro; nuestra piel estaba a flor de dedos, cuando, sin previo aviso, un tipo abrió la puerta, nos pidió siguiéramos en lo nuestro; enfiló rumbo al baño y, excusándose, se puso a buscar su cepillo de dientes. Según el tipo, "lo había extraviado horas antes". Cuando lo encontró, me guiñó el ojo, escuché a oír "¡Bien, compadre!", y se fue, dejándonos con la duda metódica de si era un agente policial en batida, un duende surgido de la nada o un antiguo enamorado tuyo.

- Fuiste un tonto por no cerrar la puerta con seguro.

Qué te digo, Alicia, así puedo hacer mi selección de élite. Cada quien podría hacer su propia selección élite de imágenes, dignas a calificar en el último rodaje de la vida, justo antes de ingresar por el famoso túnel, en dirección de la luz. Hay tantos primeros y otros muchos últimos candidatos a ocupar un lugar en la película... Me imagino por ejemplo secuencias como la del primer beso, el último adiós, la primera mujer desnuda, la primera borrachera, el último día en la escuela, el primer muerto... Sí, Querida, aún recuerdo mi primer contacto con la muerte. ¿Tú recuerdas tu primer muerto? Yo, bajaba por el puente del Vallecito y vi un tumulto agrupado, justo debajo del puente. Curioso, me acerqué. Me hice campo y lo vi. Un hombre de edad mediana. Descalzo. Cúbito ventral. Cabello hirsuto. Ahogado. Lo fabulé en mi mente contándole sus cuitas al silencio y a la tierra húmeda. Exánime, frío, muerto. Las imágenes en los diarios, junto a coches destrozados por explosivos, víctimas inocentes de la guerra, mi abuela soltando una lágrima postrera, antes de perder la batalla contra el cáncer. Las epidemias, las pandemias, las Eufemias.

- No nos pongamos melodramáticos, Amor. Por qué no vas a sacar los plantones de hierba mala del jardín?

Claro, Alicia, la mejor fuente de imágenes son las imágenes, las que salen de la televisión y las fotografías en los diarios y el internet. ¿Recuerdas, el transbordador deshaciéndose en colores intensos, en medio del cielo azul? ¿A Pinochet burlándose de los ingleses, cuando pisaba suelo chileno? ¡Joder! La comunicación masiva a través de los ojos nos podría dar más candidatos para responder la pregunta, Querida. Cuando lo de la guerra del Golfo yo aún trabajaba en el periódico, estábamos los de la sección Internacionales en torno a la computadora, esperando los reportes de Reuter, mirándonos inseguros, mirando el cielo, oyendo la radio y con la tevé encendida, esperando el instante, el cruento instante, en que el cielo se iluminase y empezara la catástrofe nuclear. Pero nunca pasó. Nunca se dio la guerra del Fin del Mundo. Pero, esas imágenes verdes, bruñidas, de un bombardeo nocturno iluminando las mil y una noches de Bagdag, cómo poder olvidarlas, Querida, ignorarlas acaso.

- Cómo olvidarlas, Amor, dormimos una semana en el sótano, entre los diarios viejos, las cosas viejas y un viejo temor.

¿Y la inundación? En aquella oportunidad llovió y llovió la tarde entera. Por la noche siguió lloviendo, luego, a lo lejos se oyó la voz del río cantar, rugir, bramar. Cuando la masa de agua, piedras y lodo, llegó al centro comercial, se desbordó, a derecha e izquierda y varió el paisaje. ¿Recuerdas? Hace poco, mujer, pasaron por el Discovery un especial sobre la fuerza invencible del Agua. ¿Serán ésas, acaso? En fin, imágenes últimas. Imágenes. Alicia querida, quizá sea sólo otra más de mis torturas traviesas. Quizá sólo quiera recordar en esos instantes tus manos mestizas, de mujer coqueta, tus dedos coronados de esmalte, escribiendo el deseo en los pliegues de mi espalda. Tal vez mi muerte no deje tiempo para imágenes, quizá llegue tan imprevista y violenta que a lo mejor sea yo material de imágenes para los últimos instantes de otras personas. Cuáles, Alicia, serán las imágenes últimas en el inconsciente, cuando la línea del monitor sea la única conversación entre la muerte y el carmín de tus labios?

- Esa clase de misterios, Amor, los resolverás solo, cuando llegue el momento.

 

 

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