El puente colgante
Leopoldo Perdomo [@] [www]

La capital de los gorgonitas, estaba muy orgullosa de tener el puente colgante más largo del mundo. Era este un signo patriótico de su superioridad racial y de su avanzada tecnología que nadie ponía en duda. Poco importaba que hace mucho tiempo el susodicho puente hubiera sido triplicado en longitud en doce de las más orgullosas bahías del mundo. Para ellos su capital seguía teniendo el puente colgante más largo del mundo y eso era una prueba irrefutable del talento ingenieril del pueblo gorgonita. No menguaba este orgullo ni un poco porque esta obra maestra fuera el producto inteligente de un maldito extranjero, con materiales y cables traídos de fuera, pues estos detalles insignificantes se ocultaban pudorosamente por los medios del país para que el pueblo no cayera en un lamentable derrotismo.

En estos tiempos el puente ha adquirido un fama creciente por causa de los suicidas. No se sabe muy sus motivaciones; pero algunos expertos aseguran que los suicidas han elegido este puente y no otro cualquiera para impregnarse por asociación, hay que decirlo de alguna manera, con la grandiosidad de esta obra. Sienten que sus vidas son anodinas y carentes de sentido. Esta falta de trascendencia les aturde y les deprime. Y se comprende fácilmente que eso les ocurra cuando uno se entera que los suicidas no tienen ninguna filiación deportiva para compensar su existencia anónima con los triunfos de su equipo de fútbol favorito.

Según las estadísticas, los gorgonitas tendrían pronto un nuevo motivo de orgullo celebrando el suicida millonésimo. Ese millón se había conseguido en unas décadas de nada mientras otros países se quedaban rezagados en esta carrera. En otros tiempos se hubieran avergonzado por estos alardes de racionalidad y libre albedrío de los valerosos suicidas. Es por eso que algunos reaccionarios ordenaron poner vallas de alambre metálico para que sirvieran de impedimento a unos hechos reputados por la curia y el episcopado como lamentables. A pesar de esa valla, los reputados suicidas, en un alarde inesperado de creatividad, cortaban los hilos de la malla con limas, cortaúñas, tijeras y alicates. Otros menos hábiles con las manualidades demostraron una inusitada capacidad trepadora. De modo que cual primates arborícolas trepaban hasta el límite superior de la malla y desde allí se lanzaban al vacío para celebrar la grandeza de aquel maravilloso puente colgante, el más grande del mundo, orgullo de la tecnología de la patria.

Los caminos de la grandeza son con frecuencia insondables, por no decir incomprensibles. Los efectos de la electrólisis, las limas, los alicates, los cortaúñas, y otros artefactos fueron destruyendo la malla del orgulloso puente. Esta malla ya presentaba numerosas oquedades de modo que empezaba a parecer una vergüenza tercermundista. Alguien sugirió la idea de cambiar la malla del puente. No fue una idea muy luminosa pues la cuenta corriente de la ciudad arrastraba desde hace años un lamentable déficit, calificado por algunos como una catatonia presupuestaria. Algunos pensaban que todavía se estaba pagando la factura del puente al Fondo Monetario Internacional. Pero esto no lo hubiera dicho nadie en voz alta por temor a las consecuencias.

Con el tiempo las ideas se van volviendo más sofisticadas y lo que en otro tiempo se estimaba como una vergüenza vino a ser considerado un signo de orgullo. Hoy se sabe que los altos índices de suicido son una característica esencial de las naciones más avanzadas y pacíficas del planeta. En los países ricos en hambre, revoluciones, guerras civiles o con gran afición a disparar con armas de fuego, el suicidio es casi inexistente, pues la gente vive impregnada de la más pura trascendencia existencial.

Digamos que el índice de suicidios de un país presentan una correlación positiva con su bienestar material y espiritual. Se puede considerar también como una especie de ruta alternativa a hacia la trascendencia. Las naciones más orgullosas rivalizan las unas con las otras mostrando sus índices industriales, sus cotizaciones de la bolsa, el gigantismo de sus bancos y el número de suicidas por millón de habitantes.

Con la perspectiva del suicida número un millón, el actual alcalde de la ciudad tenía unas excelentes perspectivas para salir reelegido. De modo que debía aprovechar muy bien esta oportunidad o estaba perdido para siempre. Este alcalde había hecho su fortuna en el negocio de los embutidos. Esta forma plebeya de hacer fortuna era denostada por la gente de rancio abolengo que no ven honor alguno en hacerse rico con la villana laboriosidad del populacho. Solo puede haber honor en lo que se toma de un modo súbito con un golpe de mano. Pero los tiempos estaban cambiando de un modo vertiginoso y cada vez era más difícil apoderarse de una ciudad o de un país con un golpe de estado. Tal vez fuera por causa de que la banca internacional y las grandes multinacionales aborrecen las sorpresas.

El alcalde era considerado por muchos como un garrulo pero tenía buenos asesores. Así que fueron preparando con cuidado una campaña para aprovechar el momento memorable del suicida millonésimo y así triunfar en las próximas elecciones. Afinando con exquisito cuidado las estadísticas se sabía ya desde ahora mismo la fecha exacta para el esperado suicidio. Se empezó a hablar del glorioso evento en la prensa y la televisión. ¿Quién sería el afortunado? ¿Quién tendría el honor de ocupar ese espacio privilegiado de notoriedad? Se empezaba a especular con la llegada de las cadenas extranjeras de TV para retransmitir el acto. Rumores no confirmados hablaban de un contrato en exclusiva con la cadena TNN para retransmitirlo a todo el mundo. Se acercaba el día inexorable y había que actuar rápido. De modo que ante el aluvión de peticiones el municipio decidió ser justo y dar a todos los voluntarios una oportunidad igualitaria de gloria. Es por eso que se subastó el derecho a suicidarse en el día y la hora que predecían las estadísticas. Para conseguirlo con la máxima eficacia se contrataron los servicios de la famosa casa inglesa de subastas, Lockerby. Pero se presentaron algunos problemas para establecer el día exacto y la hora. Los matemáticos tuvieron muchos quebraderos de cabeza calculando pues las expectativas creadas por tan esperado acontecimiento habían generado un cierto freno en el ritmo de los suicidios. Era previsible que algunos probos suicidas aplazaran su muerte para poder disfrutar de aquel magno evento transmitido a todo el mundo por radio y televisión. Esto obligó a un ajuste fino en la definición de la fecha.

Por fin llegó el día glorioso. Se había interrumpido la circulación por el puente, pero eso no fue ningún trastorno notable porque todo el electorado estaba pendiente de los actos en sus televisores. Allí estaban en primera fila las autoridades municipales, junto con el cuerpo consular y los periodistas extranjeros. Para no atiborrar el lugar con demasiadas cámaras de televisión, la TNN tenía el derecho exclusivo de retransmisión para todo el mundo. La banda de música municipal estaba también sobre el puente para tocar una marcha triunfal. La policía trataba de retener a los curiosos en ambos extremos del puente pero algunos en un alarde de funambulismo se subían por los cables y por las vigas externas del puente, sin miedo alguno al vértigo, ni a caerse a las aguas de una bahía famosa por sus antropófagos tiburones. Estos jóvenes atrevidos ponían nerviosos a los guardias que no sabían si dispararles a la cabeza, a los pies, o al abdomen. Pero, el comandante le dijo a sus hombre que les dejaran por allí colgados. Tenía la esperanza de que se cayeran al agua en un descuido y fueran devorados por los tiburones. En cualquier caso los guardias se preocupaban de que estas distracciones banales de la juventud pudieran deslucir el evento. De modo que las fuerzas del orden optaron por mantener un perfil discreto, pensando con razón que podían ser expedientados por mala conducta o negligencia si se veían implicados en algún alboroto idiota.

Allí estaba esperando toda la gente de cierta categoría para que les vieran bien las cámaras de televisión y aprovechar el tirón publicitario. Habían colocado para este evento una tarima elevada con peldaños que alguien había cubierto con una alfombra roja. Y hasta ahí llegaba en ese momento la carroza triunfal cubierta de flores que transportaba al suicida número un millón. El helicóptero de la TNN filmaba todo desde arriba, pero el viento generado por las aspas amenazaba con hacer volar algún peluquín. Cuando faltaban cosa de 50 metros para llegar al lugar, a una señal convenida, la banda municipal se arrancó con la marcha triunfal de Aída. Fue un momento electrizante y uno sentía que se le erizaba el vello de los brazos y las espalda. Colocaron una escalerilla para bajar de la carroza triunfal y los mandatarios locales y demás allegados se acercaron al suicida para darle la mano y congratularle por el gran honor que representaba para todos en ese momento. Las cámaras registraban la pompa de estos instantes mientras el suicida iba estrechando manos, aunque trataba de aferrarse a ellas en un incomprensible rito. Pero las manos así aferradas tras una leve duda intentaban zafarse del honorable suicida por algún motivo que se me escapa. Tal vez sería debido a las obligaciones del protocolo que tiene definido un espacio de tiempo y un momento para cada cosa. Cuando ya hubo estrechado todas las manos de todos, el suicida se quedo allí parado sin moverse. Pero el alcalde en un detalle deferente, le mostró cortésmente, con una de sus encantadoras sonrisas, la escalerilla de subida cubierta por la alfombra roja. En vista de la timidez del suicida otras manos le señalaban la escalerilla para animarle a decidirse, pues todo el tiempo estaba perfectamente cronometrado y en todo el mundo las naciones estaban pendientes de esta ceremonia.

Por fin el héroe del día empezó a subir los escalones y llegó a lo alto del podio. Los consejeros psicológicos le habían aconsejado al héroe que no miraba hacia abajo. Pero este miró. Allá abajo se veía como un círculo mágico de agua marina acorralado por una infinidad de yates, unos de motor y otros de vela. La gente se había vestido para el evento con sus mejores galas. Ropas blancas y multicolores. Las hermosas hembras de los yates aprovechaban el cálido sol de primavera para lucir sus bikinis, sus abultados muslos y sus inmensas tetas de silicona. Se podían vislumbrar algunas olas rompiendo en leve espuma y la mancha ominosa de algún tiburón que se movía en el fondo el azul de las aguas. El héroe se quedó paralizado por un momento. Esta demora también estaba prevista, le daba al evento un no sé qué de emoción. No se va uno de este mundo sin celebrar su efímera gloria con un leve titubeo. Las autoridades empezaron a ponerse algo nerviosas. Los tripulantes de los barcos allá abajo se impacientaban por causa de que estaban viendo todo a contraluz del sol. El héroe seguía mirando las oscuras aguas de la bahía. Alguien se puso nervioso y tocó por accidente la bocina antiniebla. De pronto se desplomaron los nervios de los marinos en sus embarcaciones de recreo y se formó una horrible cacofonía de bocinas.

El alcalde hizo una seña a la banda para que se arrancara con la marcha trompetera de las Valkirias a ver si se decidía de una puñetera vez el suicida a lanzarse al vacío. Este seguía inmóvil en lo alto del podio. Me parece que el alcalde le hizo señas a un policía. Este subió los escalones y le dijo al héroe algo en el oído. Este hizo un gesto negativo y agito los brazos, el policía le cogió discretamente por el codo, pero nuestro héroe se revolvió como un gato y se puso a forcejear con él. Pasaron unos segundos preciosos retransmitidos por la TNN a todo el mundo. Y allí seguían forcejeando en lo alto del podio el policía y el suicida. Subió alguien para hacer de refuerzo pero el héroe del día estaba resultando un hueso difícil de roer. De modo que subieron más voluntarios. En algún momento el alcalde mismo pensó que estaba perdiendo mucha cuota de pantalla en este magno evento mientras la cámara de la TNN desde el helicóptero solo se fijaba en el forcejeo de varias personas en los alto del podio. De modo que el alcalde se decidió por una apuesta de imageny se subió también a la alta tarima para disfrutar de su parte alícuota en ese momento de gloria. Las cámaras de la TNN enfocaron al alcalde subiendo al podio, al alcalde metiendo su fuerte brazo en aquel barullo y luego, en una imagen memorable para el recuerdo, filmaron la caída entera del grupo desde lo alto del puente. No era un puente cualquiera, sino el puente colgante más largo y más alto del mundo.

Los tiburones que esperaban con gran clarividencia los resultados del evento y se abalanzaron hacia el grupo de personas que caían al mar.

Los navegantes en sus barcos hacia un rato que habían dejado de sonar sus bocinas de niebla para filmar con sus cámaras de vídeo la mortal caída. Era evidente que estabamos dando ante el mundo un espectáculo glorioso. No fue nada de extrañar que durante varias semanas Gorgonia se convirtiera en una de las capitales más populares del mundo.

Cayeron al agua con un fuerte golpe. Los tiburones se aproximaron al lugar del impacto y empezaron a merendarse aquellos cuerpos. Pero, la gente no sentía dolor alguno, pues se había quedado inconsciente por el tremendo batacazo. Los marinos deportivos filmaban la escena mientras otros más blandengues empezaron a disputar los cuerpos mutilados a los tiburones. Se recogieron cinco cuerpos que resultaron cadáveres con grados diversos de mutilación y traumatismos. Los cadáveres se colocaron en las cubiertas de los yates y fueron fotografiados con ansia y filmados pensando en la envidia que pasarían los parientes y amigos. Y es que todos no podemos permitirnos el gusto de tener una yate o una cámara de vídeo. Y mucho menos una tía buena con unas tetas grandes de silicona.

 

 

 

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