Como dios manda
Gaviota [@] [www]

Cuando Lucinda Pava Reales se casó con José Daniel Cienfuegos creyó  firmemente que se habían acabado las largas noches en las cuales se persignaba con la derecha mientras se masturbaba con la izquierda. Es que Lucinda era zurda, que no siniestra y además, estaba convencida que José Daniel le haría el amor como Dios manda.

La noche de la boda José Daniel estaba tan borracho que no tocó a Lucinda, y Lucinda se lo agradeció porque estaba tan cansada que sólo quería tumbarse en la cama y dormir plácidamente. La primera mañana de casados Lucinda despertó envuelta en los tules de su vestido de novia, y José Daniel con los zapatos puestos.

Claro que esa primera mañana de casados José Daniel tuvo una temprana erección y desvirgó a Lucinda sin necesidad de quitarle la ropa. Lucinda no alcanzó ni siquiera a lavarse los dientes, mucho menos a ponerse la negligé que las damas de su corte le habían bordado especialmente para la ocasión.

De esa primera vez Lucinda sólo recuerda un inmenso dolor y un escozor que le duró los diez días que estuvieron de luna de miel, hasta cuando le confesó a José Daniel su tremenda desilusión puesto que ella no sentía más que dolor y se preguntaba cuál era la dicha que el sexo proporcionaba a los recién casados. José Daniel la miró como se mira cuando la ira ciega la razón pero no dijo nada.

Por esa confesión la luna de miel apenas duró diez días. Y Lucinda sin atreverse a preguntarle nuevamente supo que aunque el cura hubiera dicho las palabras correctas en la ceremonia correcta, José Daniel nunca le haría el amor como Dios manda. Así que a pesar de las tibias escaramuzas  conyugales del Sr. Cienfuegos, Lucinda continuó ejerciendo a solas la pacificadora alternancia de derecha a izquierda... como un país civilizado.

Y Lucinda creyó que lo Dios mandaba había llegado cuando hizo su primera consulta ginecológica. A decir verdad, era la tercera consulta ginecológica según constaba en la historia clínica: una, a los trece años cuando se desarrolló, y otra, una semana antes de la boda para constatar que estaba físicamente sana aunque de verdad Lucinda quería estar segura de su estado virginal no fuera que un arrebato de pasión la izquierda se le hubiese salido de control.

Pero las dos primeras consultas habían sido con una doctora y no había sentido vergüenza. Además la Dra. Santana le había explicado qué hacer para evitar los cólicos menstruales y el método sugerido había funcionado de maravilla.

El Dr. Péndales tenía además de otros atributos, un ojo clínico y le bastó ver a Lucinda para incluirla en su lista de pacientes impacientes. Por respeto a su secreto profesional, diremos solamente que Lucinda estaba convencida que el Dr. Péndales era como Dios manda, así que comenzaron un largo tratamiento para concebir al primogénito del Sr. Cienfuegos.

José Daniel hizo jurar a Lucinda, por lo más sagrado, que nadie sabría de sus visitas semanales al Dr. Péndales porque eso de no haberla embarazado durante la luna de miel era casi una afrenta para el árbol genealógico. Y Lucinda juró por lo más sagrado, que a su modo de ver, era el mandato divino.

Al séptimo mes de embarazo el Dr. Péndales explicó a Lucinda que un orgasmo podía inducirle los dolores de parto, y le recetó abstinencia como Dios manda, que a decir de José Daniel, implicaba sexo anal. Lucinda se curó del estreñimiento, pero se comprometió consigo misma a no dejarse embarazar otra vez.

La primogénita del matrimonio Cienfuegos Pava puso tregua a las calenturas de Lucinda, quien a veces creía que el mandato divino era un falso rumor difundido por el diablo para confundir a los creyentes y absolver a los incrédulos.

Cuando María Eugenia Cienfuegos Pava ingresó a clases de equitación, Lucinda encontró un jinete como Dios manda pero las sesiones de práctica eran semanales, y aun cuando fijaron un calendario lectivo incluyendo Anatomía Caballar, Alimentación Homeopática de las Bestias, Terapia Intensiva para Jockeys, Aproximación a la Hípica, y demás materias, Lucinda no podía recibir las clases en su casa y desobedecer el mandato divino.

María Eugenia fue la alumna más brillante de Equitación, pero también de Piano, Gimnasia Rítmica, Modelado en Plastilina, Cultura Japonesa, Aromaterapia, Cocina a las Finas Hierbas, Sistematización de Procesos Pre-Escolares, Taek-wondo, Manualidades Ecológicas, Latín como inducción al Inglés Moderno, Matemáticas Telúricas, y unos 120 cursos más suficientes para mantener a María Eugenia ocupada y a Lucinda satisfecha como Dios manda mientras que José Daniel se convirtió en el cliente mas apreciado de las marqueterías. Tuvieron que ampliar tres veces el vestíbulo para darle cabida a tantos diplomas.

Como era de esperarse, el día menos pensado María Eugenia huyó con él profesor de Literatura Cuántica quien estaba a punto de tener un síncope pues no daba abasto para atender como Dios manda a madre e hija. En consecuencia, en un acto de arrepentimiento Lucinda decidió confesarle al Padre Rotundo su estrategia para darle fiel cumplimiento al mandato divino. El Padre Rotundo mantuvo un discreto gesto de compresión cuando Lucinda le explicó su periplo por consultorios, establos, academias, institutos y universidades y asintió compasivo cuando supo de las largas abstinencias que padecía José Daniel por obra y gracia de los ayunos espirituales que le recetaba su urólogo como estrategia para proporcionarle a Lucinda un goce sexual como Dios manda.

En un avanzado estado de perplejidad preguntó a su devota feligresa que quería decir cuando afirmaba que a pesar de su promiscuidad no había encontrado a un hombre que le hiciera el amor como Dios manda. A decir de Lucinda, como Dios manda, significaba que fuera capaz de hacerle alcanzar un goce pleno, sin desperdiciar ni un centímetro de su anatomía, involucrando todos los sentidos y los pre-sentidos, y con la dulzura, paciencia y solicitud necesaria para dejarla loca de cansancio y convenientemente motivada para el siguiente encuentro.

Sí, para el siguiente encuentro, decía Lucinda porque sí el mandato divino no disponía que todas las parejas hicieran el amor recurrentemente, ¿para qué diablos el sacramento consagraba la unión a perpetuidad?

La confesión duró cuatro días y tres noches y por respeto al sagrado secreto sacerdotal, no trascendieron mayores detalles sobre el acto penitencial que se cumplía en la villa de Monseñor, pero el acto de contrición que cumplió Lucinda incluía vigilias sabatinas, velación vespertina al Santísimo los jueves, y rosario de alborada los martes.

Y fue así como Lucinda Pava Reales de Cienfuegos, sin propósito de enmienda encontró al único hombre que le hiciera el amor como Dios manda...

 

 

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