Puente Aéreo
Sandra Sánchez [@] [www]

Paquita Salmorejo era, casi con toda seguridad, la mejor secretaria de Dirección de todo Madrid. Y, probablemente, la mejor de España. Su eficacia, discreción, simpatía y manejo de las situaciones complicadas eran prácticamente una leyenda en el círculo de ejecutivos de la capital. A sus 43 años, Paqui había pasado ya por siete empleos en siete empresas diferentes, y lo que, a primera vista, se podría interpretar como una incapacidad para mantener el puesto de trabajo, era en realidad una muestra del afán de los altos ejecutivos por "robársela" a la competencia, habiéndose dado el caso, según rumores, del vergonzoso espectáculo de dos directores generales de sendas empresas multinacionales llegando a las manos por disponer de los servicios profesionales de tan prestigiosa secretaria. A Paquita difícilmente le iba a faltar trabajo.

Tampoco era perfecta, vaya... no era especialmente guapa, aunque hacía milagros con sus ojos y su sonrisa. Tampoco tenía una figura despampanante, más bien era regordeta y bajita, aunque ella siempre se había considerado resultona. Para Paquita era un ritual, cada vez que la contrataba un nuevo jefe, ponerse en jarras delante de él y soltar con voz severa:

-...y si se le ocurre a usted tocarme un solo pelo, le corto la polla y nos hacemos una barbacoa con ella en el Departamento de Contabilidad. ¡Avisado queda!

Ante lo cual el jefe, previamente advertido, se limitaba a pestañear un poco mientras asentía solemnemente. Una vez tuvo Paqui una jefa, pero eso no le impidió decirle exactamente la misma frase. Paquita era mucha Paquita.

Tenía Paqui otros dos problemas, a cual más grave. Uno era su ineptitud total para aprender a conducir un coche. Se cuenta que durante su decimoséptimo intento de sacarse el carnet, y estando ya confabulados el profe de la autoescuela y el ingeniero para aprobarla de una jodía vez, a Paqui no se le ocurrió otra forma más elegante de terminar el examen que estrellando el coche contra una patrulla de la Policía Municipal. No hubo heridos...bueno, no los hubo hasta que Paquita salió del coche como una energúmena y se lio a paraguazos con los pobres agentes... Descartada sine die la obtención del carnet, Paqui siguió empleando su encanto personal para tener chófer de gorra (no con gorra, sino de gorra) para sus desplazamientos, casi siempre con éxito.

El otro problema gordo de Paquita eran los hombres. La relaciones de Paqui con los hombres eran más complicadas que hacerle una operación de cambio de sexo a un berberecho. Sus amigos le organizaron una fiesta aquella vez que consiguió estar más de un mes saliendo con el mismo señor, y en esa misma fiesta cortó con su pareja. Paquita no desespera y sabe que al final encontrará su media naranja. Ella sabe que es una chica simpática, agradable, de buen ver, inteligente, trabajadora, buena ama de su casa y muchas otras cosas más, pero le consta que tiene cierta dificultad en hacer llegar ese mensaje al sexo opuesto.

Quizá por eso, su primer encuentro con Carlos Fonseca fue así. Carlos, de 47 años, director financiero de una conocida empresa papelera, veía con preocupación que no pasaba ningún taxi libre en esa lluviosa mañana madrileña, y empezaba a temer la pérdida del vuelo que le debía llevar a Barcelona. ¡Al fin! ¡Taxiiiii...!!! El taxista frenó, y cuando Carlos abrió la puerta, un torbellino en forma de mujer bajita y regordeta se coló en el interior del vehículo, gritando:

-Uy, qué amable ha sido usted de pararme el taxi...¡gracias!...¡rápido, al aeropuerto!

Y Paquita cerró la puerta del taxi con un golpe seco mientras el coche reemprendía su marcha. Carlos se quedó en la acera con la boca abierta y el dedo índice en el aire, mirando el taxi que se alejaba, hasta que comprendió que estaba haciendo el gilipollas. Curiosamente, al verle así, otro taxi paró a los pocos segundos. Esos milagros pasan a veces en Madrid, aunque no con mucha frecuencia.

El segundo encuentro de Paquita con Carlos Fonseca se produjo en el mostrador de facturación de Spanair, en Barajas. Paqui estaba en ese momento discutiendo con la señorita de la compañía, y Carlos se situó detrás de ella. Reconoció al instante ese traje de chaqueta rojo que tenía delante suyo, el mismo que había visto media hora antes chorizándole el taxi. No se pudo contener y soltó:

-Bueno, señora, espero que ya tendrá menos prisas, ¿no?

Paquita recogió su tarjeta de embarque, soltó un gracioso golpe de su media melena hacia un lado y volvió un poco la cabeza hacia atrás. Se bajó un centímetro las gafas de sol mientras iniciaba una sonrisa. Al mismo tiempo, dio un paso hacia atrás y apoyó sus 66 kilos en el suelo, con tan mala suerte de que justo debajo de su tacón se encontraba el dedo meñique del pie izquierdo del señor Fonseca.

-Uys, perdón...ah, señorita, si no le importa...- dijo Paqui mientras se alejaba contoneándose, muy coqueta.

El alarido que soltó Carlos Fonseca tenía una sorprendente similitud con el sonido de una alarma antiaérea, lo que hizo que varios viandantes del aeropuerto se arrojaran al suelo con el temor de Dios instalado en sus corazones. A Paquita le sorprendió muchísimo la capacidad blasfematoria del señor Fonseca, que en esos momentos alcanzaba ya a ciertos dioses etruscos de los que nunca había oído hablar.

Paquita se dirigió a la cafetería. Nunca se lo había dicho a nadie, pero tenía terror a volar. Esperaba como agua de mayo la inauguración de una vía de AVE entre Madrid y Barcelona. Había enviado un montón de cartas y e-mails a las instancias administrativas correspondientes pidiendo acelerar el proceso, e incluso en sus últimas misivas Paquita ofrecía abiertamente su cuerpo al ministro de Fomento a cambio de que se iniciaran las obras del dichoso AVE. Todavía no ha obtenido respuesta.

Habitualmente, su ritual pre-vuelo consistía en la ingesta de dos J.B. con dos cubitos de hielo, con los que el mal trago del vuelo quedaba difuminado en un dulce sopor. Ese día, aprovechando que su vuelo era el de las doce, cuando los ejecutivos de Barcelona vuelven a casa, pidió un tercer whisky. Agitaba el dorado líquido, mientras meditaba sobre la necesidad real de que la gente viajara tanto para verse las caras, con las estupendas empresas de videoconferencia que hay ahora, como Genesys, que funciona de maravilla...tomó una servilleta de papel y anotó: "Comprobar relación inversa aumento ingresos empresas videoconferencia y descenso ingresos prostitutas Madrid y Barna. Interesante cruzar gráficos ventas empresas preservativos", tras lo cual dobló la servilleta y la introdujo en su bolso, donde fue a reunirse con otras 37 servilletas con anotaciones diversas. De todos modos, pensó, ese día tenía que volar a Barcelona por narices. En esos momentos anunciaban su vuelo por megafonía, y Paquita encaminó sus pasos, un poco tambaleantes, hacia la puerta de embarque.

Ya en el avión, se dirigió a su asiento, el 23B, que era de pasillo. El 23A, que era el asiento de ventanilla, estaba ocupado por Carlos Fonseca. Carlos, al ver a Paqui, dijo amablemente:

-¡¡¡¡Ahrrrrrrggggg!!!! ¿¿¿Usted??? ¡¡¡¿Señora, por qué me persigue?!!!- mientras ponía unos ojos como platos y se protegía el cuerpo con el ordenador portátil y recogía los pies hacia atrás.

Paquita esbozó la mejor de sus sonrisas y se acomodó en su asiento con desenvoltura. Mientras se ajustaba el cinturón de seguridad, dijo:

-Señorita, caballero... vaya, ¿qué casualidades, eh? Volvemos a encontrarnos...espero que esto sea el inicio de una gran amistad, como en Casablanca...

-No lo quieran los dioses, señora... ni Casablanca, ni casa morada ni Cristo que lo fundó. Le ruego, por lo que más quiera, se mantenga apartada de mí todo lo que permitan los pocos centímetros de que disponemos...

-Ah, por mí no se preocupe, que en los vuelos me duermo enseguida y no doy nada la tabarra. Pero soy señorita, que le conste-, dijo Paqui recostándose en la butaca.

Carlos ignoró su comentario y le dedicó a Paqui una mirada homicida. Mientras el avión despegaba, encendió su ordenador portátil y lo conectó al nuevo sistema de Internet en vuelo que recientemente había incorporado la compañía Spanair. Inició el programa de correo electrónico y empezó a redactar un e-mail. Tras varios minutos y dudas, lo terminó, lo firmó y se disponía a pulsar el botón "Enviar" cuando oyó a su lado:

-Si mandas eso la cagas, Carlos-. Paquita parecía dormida, con los ojos cerrados, pero su voz había sonado muy firme.

Carlos Fonseca cerró de golpe su portátil mientras se volvía exasperado hacia Paqui.

-¡Pero bueno! ¡Esto es el colmo! ¡Y ahora encima me espía! Vamos a ver, señora, o señorita, o lo que le dé la gana, haga usted el favor de dejarme en paz!!! Mi mujer me desprecia, y está a punto de separarse de mí...mi hijo de 17 años me odia...estoy en un tris de perder mi empleo... y ahora una loca peligrosa me persigue!!! ¡Socorro!

-Cálmate, Carlos, por favor. Ese es un e-mail para Ana, tu mujer, ¿verdad? Disculpa que lo haya leído...tengo el rabillo del ojo demasiado tonto. Pero ¿por qué no lo relees?

Carlos miró a Paqui con desconfianza, pero abrió otra vez el portátil.

-Pero ¿tú cómo sabes que yo me llamo Carlos y que mi mujer se llama Ana? ¿Eh?

-Jobar, de carlosfonseca@terra.es para anafdez@hotmail.com. Y Ana es la única de tus direcciones de correo que tienes sin apellido, junto a la de tu hijo Pep. Es fácil, ¿no?. Anda, relee lo que has escrito.

-¿Y qué tengo que releer? Le digo lo que siento, y tú no tienes por qué...

-Tú lo que dices es mi, mi, mi... yo, yo, yo... "mi trabajo, mi sentimiento, mi necesidad... yo quiero, yo necesito, yo deseo...", y no veo en ningún sitio que te acuerdes de lo que piensa o necesita Ana. Si envías eso, tu mujer te acaba mandando a la mierda. Yo lo haría, desde luego. Te mandaría al guano.

-Muy bien, seño.. señorita sabelotodo. ¿Y cómo lo redactarías tú, eh?

-Tú quieres a Ana, ¿verdad? Sí, eso se nota. Trae para acá el cacharro ese-, dijo Paqui mientras le arrancaba de las manos el portátil a Carlos. Con una celeridad pasmosa, borró todo lo que había en la pantalla y se puso a teclear:

"Ana, amor mío, he sido un gilipollas al no saber apreciar la maravilla que he tenido a mi lado contigo durante todo este tiempo. Déjame abrir los ojos. Quizá me cueste, pero ahora necesito saber de ti, necesito que me enseñes a descubrirte de nuevo. Te aseguro que ahora, hoy, estoy por ti y para ti. Esta noche he reservado una mesa en El Bulli para los dos. Escríbeme si quieres que hablemos de esto allí. Un beso de los de antes. Carlos."

Y antes de que Carlos pudiera hacer nada, Paqui pulsó la tecla "Enviar".

-¿Pero tú estás loca? ¿Tú sabes lo que cuesta reservar una mesa en El Bulli? Y para esta noche, además... ¿Y ahora qué hago, eh?-

-Tranquilo, muchacho...-, Paqui tecleaba frenéticamente y al cabo de un minuto le enseñó triunfante la pantalla a Carlos:

"Confirmada reserva a nombre Carlos Fonseca, mesa para 2, para 22.00 horas, 10-03-2002. Restaurant El Bulli"

-Pero... ¿cómo leches has conseguido...?-

-Ah, ojo, que ahora es cosa tuya. Si quieres a Ana ya sabes lo que tienes que hacer-.

-Dios... hace tanto tiempo que he querido pedirle perdón a Ana por tantas cosas...creo que si le digo hoy que la quiero voy a ser muy sincero...-

-Ssssh, tú, que hay cosas que hacer. Ese es el correo de tu hijo, ¿verdad?-

-Ppp....pero ¿qué pretendes ahora?-

-Calla, tontaina...- Los dedos de Paqui siguieron volando sobre las teclas:

"¡Hola, Pep! Oye, que me han pasado unos colegas del curro un par de entradas para el concierto de mañana de los "Toreros Estronciados", que sé que a ti te molan, y he pensado que las podrías disfrutar con tu piva. Si te interesa, dame un toque! Tu viejo"

-Pero bueno, ¿qué es eso de piva? ¿una chica? y cómo que "tu viejo"? pero maldita sea, si sólo tiene 17 años!! ¡¡¡Es un niño!! Además, ¿de dónde saco yo esas entradas?!!

-Leche, por eso, porque tiene ya 17 tacos. Y en muchas cosas es mucho más responsable que tú. Déjale ser jóven y déjale disfrutar, anda. Sabe muy bien lo que hace. No te odia, Carlos, sólo es que no te entiende, igual que tú no le entiendes a él. Y tampoco hacéis mucho por comunicaros, la verdad. Sólo acuérdate de cuando tú tenías su edad y lo que pensaban tus padres de tus "golferías". Sobre las entradas para el concierto ese no te preocupes. Tómalas-.

-¿Y tú de dónde las has sacado?... casi prefiero no preguntar... No, mujer, si mal chico no ha sido nunca, pero... no sé, esto me supera.... Bueno, dime lo que te debo de las entradas...

-No te preocupes; a mí también me las han regalado. Oye, ¿y por qué dijiste que tu empleo corría peligro?-

-Buff, es verdad. Vengo de Madrid de concretar los detalles de la absorción de nuestra empresa por Papelo S.A. Una de sus condiciones es la reducción del 50% del personal de nuestra empresa, y ya supondrás que a un vejestorio como yo no lo van a conservar en nómina... e imagina luego para encontrar otro trabajo, a mis 48 años...

-¿Papelosa? Pero si eso es un bluff, Carlos. No tienen ni dónde caerse muertos. ¿Cuál es vuestra agencia de valores y asesoramiento?-

-Borja & Sanedrín. LLevamos ya algún tiempo con ellos, y nos han aconsejado insistentemente la venta de la empresa por...-

-Los de Borja tienen un morro que lo arrastran varios cientos de metros. Esos se venden al mejor postor. Mira, precisamente tengo aquí un disquete con datos de varias empresas, entre las que se encuentra Papelo S.A. Échale un vistacillo.

Paqui sacó el disquete del bolso y se lo entregó a Carlos, y éste lo introdujo en su portátil. Tras unos minutos de mirar cifras y gráficos, Carlos se volvió haci Paqui con cara de asombro.

-¡Están prácticamente arruinados! ¡Nos querían timar de mala manera!-

-Creo que tu jefe debería ver ese archivo-.

-¡Ahora mismo!- y tecleó rápidamente el e-mail directo de su jefe y una pequeña nota aclaratoria, adjuntó el archivo y pulsó "enviar". Después se giró hacia Paqui con una abierta sonrisa y dijo:

-Dios santo... ni siquiera sé cómo te llamas...-

-Paquita Salmorejo. Pero puedes llamarme Paqui. Y os recomiendo que cambiéis de agencia de valores.

-¡Eso por supuesto! Menudos cabrones... Tú parece que entiendes de esto... ¿me recomiendas alguna?

-Bueno, hay muchas y muy buenas... en mi empresa tenemos mucha confianza en Valor4, llevamos muchos años con ellos y siempre han funcionado de maravilla.

-Valor4, ¿eh? humm... me acordaré. Y te diré que...

Ding... Ding... el portátil de Carlos tintineó avisando de que se habían recibido dos nuevos correos. Carlos los abrió. El primero era de su hijo:

"Bueno, bueno... yo pensando que mi viejo era un gilipollas y me encuentro con que es un tío supenrollado... Pero ¿cómo sabías tú que a mí los "Estronciados" me ponen cantidad? Mira, viejo, tengo a la piva ahora mismo en el dique seco, pero me molaría mogollón que vinieras tú conmigo a pegar unos botes con los "Toreros". Y luego nos podríamos tomar unas birras y charlar un rato de la vida. ¿Te mola? Te lo has montao chachi, viejo. Pep"

-Eso va a ser duro, ¿eh?-dijo Paqui mirando compasivamente a Carlos.

-¿Duro? Pero si es la primera vez que mi hijo se ofrece a hablar conmigo... botaré lo que haya que botar, aunque acabe en el hospital, pero voy a salir de marcha con mi hijo, quiero que me cuente cosas suyas, quiero...-

-Tienes otro e-mail, Carlos-.

-Ah, sí, mira... ¡es de Ana!

"Hola, Carlos, cariño. He recibido tu correo y hasta he dudado de que fueras tú el que escribías. Creo que los dos hemos hecho muchas tonterías, pero, si todavía existe algo entre nosotros, debemos conservarlo como el mayor tesoro. Yo también necesito descubrirte a ti de nuevo. Quizá nos hemos alejado y levantado muros entre nosotros. Quizá todavía tengamos fuerzas para derribar esos muros. Por nosotros, por nuestro hijo. Estaré encantada de aceptar tu invitación. Recógeme a las nueve. Procuraré ponerme guapa. Para ti. Te quiero. Un beso de los de antes. Ana"

-Vaya, vaya, parece que te ha salido un plan, ¿eh? ¡¡A por ella, campeón!!-, dijo Paqui dándole un cariñoso puñetazo a Carlos en el hombro.

-¿Así? ¿Tan sencillo, tan fácil era? ¿Unas simples líneas escritas y se desmorona toda la incomunicación de años? Ha escrito que me quiere...¡¡¿lo has visto?!!

-Sí, Carlos, lo he visto. El primer paso es el más difícil de dar, y al mismo tiempo, el más sencillo. El resto es cosa vuestra. Pero teneis la mitad de la partida ganada, porque os queréis. Simplemente, como dice Ana, dejad de hacer tonterías-.

-Tengo... tengo tantas cosas que decirle... ahora ya me da igual lo del trabajo y...-

Ding! Un nuevo e-mail acababa de llegar al portátil de Carlos. Era de su jefe:

"Fonseca, acabo de comprobar los datos del archivo que enviaste. ¡Buen trabajo, maldita sea! Si no llega a ser por ti, nos comen vivos! Contraatacamos. En cuanto llegues, prepara los números para lanzar una OPA a Papelo S.A. Ahora somos nosotros los que compramos! Por cierto, vete buscando una nueva agencia de valores para la empresa. Confío en ti. Te debo una muy gorda, Carlos. Lo tendré en cuenta."

A Paquita siempre le había molestado mucho estar delante de un señor llorando. Le ponía muy violenta, porque no sabía cómo reaccionar. Pero cuando Carlos Fonseca, vencido por tantas emociones, se inclinó hacia delante sollozando y Paqui vio las primeras lágrimas caer sobre la pantalla de su ordenador, no lo dudó y pasó un brazo por encima de sus hombros, en un cariñoso abrazo, mientras los pasajeros cercanos miraban con incredulidad la escena.

Ya en el aeropuerto de El Prat, en la parada de taxis, Paqui y Carlos se despidieron. Paqui le ofreció la mano, pero Carlos la ignoró y la estrujó en un abrazo de oso, rematado con dos sonoros besos en ambas mejillas.

-¡Carlos, que me ahogas, leches! -¿No hay alguna forma de que te pueda dar las gracias? ¿Te has dado cuenta de que en 50 minutos has arreglado mi vida, así, sin más? ¿Puedo invitarte a comer, por lo menos?

-Gracias, Carlos, pero ya he quedado y tengo un montón de cosas que hacer. Dales un beso muy gordo a Ana y a Pep de mi parte. Ahora no la cagues, ¿eh?-

-No la cagaré, Paqui, te lo juro... he aprendido más en estos 50 minutos de vuelo que en todos estos años haciendo tonterías... por favor, escríbeme!!

-¡¡Y escríbeme tú para decirme cómo te va!!-, dijo Paqui asomándose por la ventanilla del taxi, mientras veía cómo se alejaba la figura de Carlos, con el brazo en alto despidiéndose y una sonrisa enorme en la cara.

Después de un rato paseando por las Ramblas, en una mañana de sol maravillosa, Paquita se sentó en una terraza y pidió un vermut y unas olivas. Tras un buen rato de búsqueda, consiguió localizar su teléfono móvil en el bolso. Después de un par de sorbitos al vermut, tecleó un número:

-Hola, jefe... sí, soy yo. Sí, por supuesto, misión cumplida... ¿acaso lo dudaba? Ya tenemos un nuevo cliente en Valor4. Ha habido unos pocos gastos extras, poca cosa, unas entradas para un concierto y tal... Ah, por cierto, la reserva que me hizo para El Bulli se la pasé al Sr. Fonseca, que la necesitaba más que yo... otra vez será... ¿que me estoy volviendo una sentimental? jajajaja... pues no sé cómo le parecerá de sentimental, pero me voy a quedar un par de días por Barcelona, que hace un tiempo divino.... ah, ¿que hay mucho trabajo en Madrid?... pues no sé, jefe, el caso es que estoy muy estresada y me han hecho un par de ofertas de trabajo de otras compañías que tengo que estudiar y... ah!, ¿que me quede toda la semanita de vacaciones, con todos los gastos pagados? ¡Qué bueno es usted, jefe! Oiga! bruja lo será su señora de usted, no te fastidia!...

le corto la polla | Paqui | servilleta de papel | ni Cristo que lo fundó

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