Espejo
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La tarde estaba fría, 3 grados bajo cero hacían que el viento que le daba en plena cara pareciera navajas cortantes al traspasar su piel. Lo que había pasado le helaba la sangre más que ese viento.

Había ido hasta la oficina donde trabajaba su esposo, a relatarle las cosas extrañas que ocurrían en su casa.

-Creo que debemos salir para poder hablar tranquilamente – le había dicho Felipe
- Aquí todos están muy atentos a nosotros y no me gustan los espectáculos – la agarró fuerte del brazo y la llevó al automóvil.

¡Siempre eliges el peor momento para tus cuentos absurdos! –le decía Felipe mientras conducía

No sé que haré contigo, ¡no lo sé! – al decir esto la miraba de reojo en forma fea, eres una tonta, siempre lo has sido, tan ridícula con esos reclamos de que te dé atención, regalos, flores, me tienes harto, tus fantasías me fastidian y encima hoy que quiero ir al Fútbol con mis amigos me sales con el cuento ese del espejo loco. ¡Por algo Dios no nos ha enviado hijos! ¡Porque estas loca!

Felipe tenía años hablándole así incluso maltratándola físicamente a lo que ella ya se había acostumbrado pero no resignado, había dejado sus estudios y trabajo por él, no tenía ya amigas y su familia no la visitaba, su única distracción era maquillarse día a día con mucho esmero, le gustaba el cuidado de su cuerpo y casi en un ritual había convertido su arreglo personal aunque no saliera casi nunca.

Al llegar a la casa que estaba en las afueras de la ciudad Felipe casi en un grito le preguntó ¿Y bien? ¿Dónde está?

Caminaba rápido, fastidiado y a la vez seguro de que nada encontraría, subió las estrechas escaleras jalándola y apretando fuertemente su mano, con violencia.

Antes de terminar de subir todos los escalones, se sorprendió de ver el espejo que debía estar en su recamara –y que ahora estaba colocado al final de la escalera. Desde la mañana el espejo se había movido solo, según había dicho Margarita. Un espejo de metro y medio de alto por medio de ancho con marco y patas de caoba

Y más se sorprendió al estar frente a él y no ver reflejada su imagen.

Margarita no hablaba, se limitaba a ver al espejo con terror, Felipe intentaba poner su mente en orden. El espejo no lo reflejaba, solo se veían los muebles y demás cosas de su alrededor pero no él.

Trató de ver la parte posterior del espejo, pero estaba en una incomoda posición que impedía que pasara por entre él y la escalera. Comenzó a empujarlo para poder pasar por un lado, pero el espejo había adquirido un inexplicable peso descomunal. Por más esfuerzos que hizo no logró moverlo.

El silencio parecía abrazar a Margarita, quien solo abría sus ojos esperando lo más terrible. Felipe bajó las escaleras y fue a buscar algo con que golpear el espejo, cuando la razón no parece estar en nosotros volvemos a la raíz de alma humana, la fuerza bruta…

Al alejarse su esposo Margarita se acerco al espejo buscando su imagen, pero no apareció, ni aun cuando acerco tanto su rostro que casi sintió un aliento cálido emanando del espejo. En el jardín, Felipe encontró una barra de acero, regresó presuroso y quitó de un jalón a Margarita de su lugar, ella casi cae de la escalera ante el empujón dado.

Con la barra de acero usada como bate de béisbol, Felipe golpeó el centro del espejo, no se oyó el sonido del vidrio al romperse - que hubiera sido lo normal - sino que escuchó un grito, un grito desgarrador que los hizo estremecer, sintió que algo caliente le quemaba las manos y al verlas vio horrorizado que sus dedos de la mano derecha habían sido cercenados por los cristales del espejo, que cayeron hacia él en el momento del golpe. Asustado volteó hacia Margarita, ella estaba de pie en el mismo lugar, su mirada estaba sobre el espejo, que había vuelto a unir sus pedazos como atraídos por un imán, tenían una imagen reflejada, ¡los dedos de Felipe! Estaban flotando e imitando el movimiento que harían si siguieran pegadas a la mano. Felipe dio un paso atrás horrorizado, perdiendo el equilibrio cayo rodando por la escalera hasta abajo, golpeandose repetidas veces la cabeza y nuca. Murió al llegar al suelo. Margarita veía todo como en cámara lenta. Ni un grito salió de su boca, vio el cuerpo de Felipe tendido al final de la escalera, en su mano aparecían los dedos sin ningún rasguño. Volvió su mirada al espejo y se vio reflejada en él…¡todo su cuerpo reflejado en él!. Y recordó las palabras de Felipe antes de salir esa mañana de su casa " te ves tanto en ese espejo que él ya debe estar enamorado de ti, cualquier día me dejaras por él dijo soltando una carcajada " a lo que Margarita había contestado: " ojalá él pudiera liberarme de tus maltratos y burlas…" esas frases dichas parecían conjuros ahora.

Después de unos minutos de tratar de analizar lo ocurrido, Margarita se acercó y pudo contemplar su imagen perfectamente. Agarró fuertemente al espejo por los bordes, ya no pesaba tanto, y lo llevo a la recamara colocándolo en el lugar que tenía desde hacía 15 años – desde su boda con Felipe –

Descolgó el teléfono, y marcó un numero, el frío había desaparecido y una extraña quietud lo invadía todo – hola, con la policía, acaba de ocurrir un accidente….

 

 

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