Cuento
Karviter [@] [www]

¡Qué curiosidades hay en este pícaro mundo!

Al salir a una calle en busca de algo, me topé bruscamente contra un posta mal ubicado en mi correría indecisa.

Con tachuelas y grapas colgaba un suculento avisito, que tenía el contorno adornado con lo que era objeto de la RECOMPEN$A. Sin un pingo penique que sirviera de capital en mi bolsillo, releía varias veces el ofrecimiento de $100,000 dólares de recompensa por una perrita pinche, miniatura de chiguagua, oji-asaltada, muy inquieta, y además medio vacunada, con manías de coquetear con cuanto perro galán se le atravesara en su ir o devenir...

Mis ojos cambiaron de forma y de color cuando al voltear la acera que ganaba ilusionado, vi que se acurrunchó la protagonista de mi evento financiero del día de un viernes trece... ¡la tal perrita! Mis conjeturas, de cómo ganarme cien pesitos con sólo devolver esa miniatura de "perrita" me hicieron tomar nota, y distribuir ganancias de ese maravilloso día conjurado.

La dirección, a doce cuadras desde donde apareció la pulguienta perrita que no cesaba de rascarse el cuello, con sus patitas como la vara de un músico en pissicato acento, y que movía sin descanso. Al alzarla, me miró en desconocidos ojos y en agradecimiento, "grrrrrrr" mordió mi dedo gordo, dejándome adolorido por un rato. Pedí un taxi y dirigirme a una clínica fue lo primero que hice, y el mirón de chofer que me negaba hacer la carrerita por tener una perrita sin el pedigrí exigido y otras galimatías medio obscenas que el oscuro volante exigía el pago adelantado de $20 macanudos dolaretes. Pasamos por las avenidas, el sonido del radio en la estación predilecta de Classic Music Station, se hacía decorando mi dedo rojo de la hemorragia, y mi perrita asustada, ladrando como una fiera que miraba a todos lados en su pánico viaje a la clínica de Oficio.

Mis finanzas han invertido 20 míseros dólares en la carrera al Dr. y el chofer me esperaba para llevarme a la dirección antedicha, y allí entregar la perra del carajo, y con el pago de la recompensa empezar a pagar los emolumentos que en cadeneta financiera se acumulaban al momento.

Ya con una venda posterior, con droga que debía comprar por si acaso tenía el mal de "rabia Canina de perrita baldía" aumentaba la cifra financiera. Al salir, una enfermera me exigió que tenía que pasar por un Veterinario, llevar la perra, hacerle examen y darle la vacuna por la posibilidad de mantener un contagio canino.

Cambió la ruta el carromato, llevándome a mí, a la perrita y a un pobre enfermo que se coló, con la idea de darme compañía, ya que se había enamorado ciegamente de la perrita, su perrito "pekinés" que tenía atado a un cordel de jugar los trompos.

Ya pasando de una hora y media de vainas de perrerías, llegamos a ver el Dr. Veterinario que tenía un montón de clientes esperando la atención oportuna. Cuando al fin, frente a las enfermeras, el Veterinario, y Don Chucho, con su pekinés nauseabundo, y mi virtual perrita mostaza que alzada la tenía para que la examinaran, luego así de una, irnos hasta la dirección en donde el dueño daría la recompensa.

Pasando casi más de una hora y puchito, el Dr. Veterinario se dio de cuenta que la atolondrada perrita, tenía ya varias semanas de un embarazo, se dispuso a darme la receta global cuyo costo pasaba en total de 35 mágicos dolaretes, pagados a la vista.

Le conté mi historia, el mismo chofer asintió con su aceptación de acreedor, y que debía recibir la recompensa mediata, tan pronto se hiciera la entrega formal de la tal perrita.

El Dr. le dijo a la secretaria que nos acompañara a donde le darían recompensa de devolución canina, cobrando la intervención; luego, al momento se montó en mi carro, la enfermera Marina, el viejo Chucho con su perrito, mi perrita examinada, el malhumorado chofer y Yo, el que ganaría la bolsa de dinero y repagar las inversiones sin ganancias. En ruta, le miraba las piernotas a la enfermera que nos dejaba medio bizcos.

Ya....se acercaba el momento financiero, y en un par de cuadras, ya veía el futuro realizado, la entrega de la arrastrada perrita y ¡plaff!... un hoyo en la calle, hizo estremecer el carro, que desinfló una rueda; tuvimos que llamar a emergencias, para que nos viniera uno en la Grúa y nos cambiara la llanta; En algún momento, con dos puertas abiertas, se escapó la agraciada "perrita"; todos corrimos tras de ella, y se atascó en una rendija, en construcción cercana; mientras cambiaban la llanta, se acercó un Policía grandote, pidiendo papeles del chofer, y le conminó por no tener la Licencia de peaje en el sitio del fracaso nuevo con nuestra perra que empezaba a gruñir en desparpajados ladridos.

El viejo Cucho dejó su perrito en el carro y rescató a la perrita, toda sucia, mugrienta y de malos olores, y dentro de los mirones, se apareció una señora que gritaba, pedía auxilio a la Policía y a la Sociedad que más protege a los animales, diciendo que ese Señor Chucho, había robado en la mañana esa perrita, y que era de su nieto más preferido.

Yo me metí por medio, le contesté con grosera compostura, arguyendo que la perrita era mía y que la había encontrado, relatando a fondo la historia; de manera que llegó nuevamente la policía, el carro que cuida los animales de calle, un Sosteniente Policivo, dos guardas en motos, el Veterinario que buscaba a su enfermera, y el montón de chicos que formaron griterías ...decían casi en coro desafinado: "si, ese viejo es el ratero" ..... "miren" ese robó la perrita... y ya tiene otro perro robado en el carro con ese chofer, mostrando el emparamado perrito pekinés, que se lamía y relamía su identificación perruna de sato ansioso.

Ya camino a la estación de Policía, delante de un Juez enojado y muy contrariado por el caso, empezó a meter detenidos a todos.

A los perritos los enviaron con la enfermera a reconocerle las vacunas, mientras llegó una hermana mía, a quien le conté el caso para ganarme la plática y en su intervención, lo aclaramos entre todos.

Al siguiente día, cuando una chica visitaba al Juez en su despacho... -qué picaresca visita-- hummmm... ni contar nada.... nos dejaron libres, y el chofer mismo nos llevó hasta la residencia, con la viejita que decía que la perrita era de su nieto preferido llamado Paquito.

Salió a nuestro encuentro un joven muy educadito, con el billetico de cien en una mano, y con la otra libre y ganosa para recibir la tal perrita, que movía la cola tan rápido de alegría, hasta que hizo la rociada de su vejiga en mi chaqueta, mientras todos reclamaban su dinero total y correspondiente.

Cuando se me acabó el dinero, salí con una cuenta de 175,00 pesitos que tuve que devolver, gracias que mi padrino Luigi que pasaba por ahí, y vio mi necesidad financiera, pidió en cambio el perrito pekinés, que tenía el hombre chucho y que resultó ser pariente muy cercano.

Al siguiente día por la misma calle, empecé a destrozar todos los papeles o avisos que daban recompensa por animalitos caseros perdidos y así que de las picarescas ganancias, la financiación me dejó en la misma calle, sin un penique en mi roto bolsillo.

Dicho y hecho, los mismos policías me detuvieron y me llevaron al Juez, que hasta estaba con la misma chica - (flirteándose...) humm-... me callo, y detenido, allí, me sacaron la multa de $ 100,00 dolorosos.

 

 

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